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Actualizado: 4 de octubre de 2025


Entonces puedo ir a felicitarlos ahora mismo dije. Tontuela dijo ella. Pero antes de que pudiera poner mi proyecto en ejecución, vi que la puerta del cuarto contiguo se abría, y por ella salir lentamente, como si saliera de un ataúd, a Roberto, al primo Roberto, con el rostro terroso, la frente cubierta por gruesas gotas de sudor. Yo también sentí al verlo que la sangre se retiraba de mi cara.

Ponía singular atención doña Lupe a la voz del sietemesino, y se hubiera alegrado de oír algo estupendo, categórico y que se saliera de lo común; pero no podía distinguir bien los conceptos, porque la voz de Maxi era muy apagada y parecía salir de la cavidad de una botella.

Miraba sin ver lo que tenía delante de los ojos, y sólo estaba atento a los minutos que corrían sin que saliera la señora cuyos pareceres iba buscando él allí; porque hasta temía que con una larga espera en tan extraño lugar se le fueran entibiando los propósitos y acobardando los bríos.

Necesitaba para que todo eso saliera a la superficie, para darse cuenta de ello, que fantasía más poderosa que la suya provocase la actividad de su cerebro; la elocuencia de Mesía, insinuante, corrosiva, era el incentivo más a propósito.

Que la hablaran entonces, que la preguntaran por algo que estuviera cerca de ella; que entrara o que saliera alguien: una mirada rápida hacia el objeto o hacia la persona, y vuelta a clavarla en el incesante moverse de las agujas, y lo menos posible de palabras para responder.

Y mientras el otro se levantaba, la señora, silenciosa hasta entonces, llamó aparte a Quilito; en un rincón, pasando la mano por el cuello de su gabán para quitarle las hilachas que siempre se dejaba, le dijo bajito que no le parecía bien saliera en compañía de aquel hombre; ¿qué dirían los que le vieran? ¿No es mi tío? dijo él con afectada seriedad.

Esta quedó desde aquella tarde en la casa, y su situación era de las menos airosas, porque su marido apenas le hablaba. Nicolás hacía el gasto de conversación en la mesa. Al segundo día, Fortunata dijo a doña Lupe que se marchaba, lo que dio motivo a que la señora saliera por los pasillos gritando: «Por Dios, no me deis más jaquecas... ya no puedo más.

Y así ha completado su educación, que no deja nada que desear. Yo había pensado, si se casara con esa niña, regalarles «Los Chajales», un campo de veinte leguas, con quince mil vacas; esto para sus gastos, aunque no gastarían nada, porque yo desearía que vivieran conmigo, en mi palacio de la Avenida Quintana, pues no quisiera que mi nieto saliera de mi casa.

No, no; una parálisis no deja a un hombre firme sobre las piernas, como un caballo entre las varas de un carro, ni le dejaría luego marcharse, así que se le pudiera decir «¡arrePero quizá hubiera algo así como que el alma del hombre, que se librara del cuerpo, saliera y entrara, lo mismo que un pájaro que sale y vuelve a su nido.

La barca que saliera daría la voltereta antes de mover un remo. A ver: ¡gente que me siga! Hay que salvar a esos pobres. Era la voz ruda e imperiosa del capitán Llovet. Se erguía sobre sus torpes piernas, la mirada brillante y fiera, las manos temblorosas por la cólera que le infundía el peligro.

Palabra del Dia

amitié

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