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De los nombres siguientes de los comediantes de más fama y popularidad de la época de Felipe IV y de Carlos II, tenemos pocas noticias ó ninguna. Pellicer, de cuya obra, juntamente con los entremeses de Benavente, sacamos las apuntadas á continuación, sólo ofrece datos de poco interés.

La cabeza del toro de mi casa es tan grande que un hombre montado en un cuerno no puede ver al que está montado en el otro. Eso no me asombra dijo la princesa. En tu casa no dan las vacas tanta leche como en mi casa, porque nosotros llenamos cada mañana veinte toneles, y sacamos de cada ordeño una pila de queso tan alta como la pirámide de Egipto. Eso es una bicoca dijo Meñique.

Es, ó era, porque en el campamento se habló hace poco de su muerte, un viejecillo chiquitín, con ojos muy grandes, nariz encorvada y un mechón de pelo blanco en la barba. La primera vez le sacamos diez mil ducados, pero gritó y se enfureció de mala manera. La segunda entrevista fué para pedirle veinte mil ducados más, y te aseguro que armó un cisco feroz.

Estas cosas de santos se han de tocar con mucha discreción, créanme ustedes... Y si no acuérdense de aquella riada en la que el agua iba por encima de los puentes. Sacamos el santo, y poco faltó para que el río se lo llevara agua abajo. La muchedumbre inquieta por la tardanza, gritaba contra el cura.

Especial deseo tenía yo de saber algo de Coletilla; y un día que la suerte me deparó un buen encuentro con don Claudio y sacamos á colación los sucesos que referidos quedan, me vino á las mientes Coletilla, y hablamos largamente de él. Ya el demonio se lo llevó me dijo mi amigo. Parece que aquel hombre excéntrico recibió el más horrible castigo que, dado su carácter, podría recibir.

Sacamos los vientres, recogimos la sangre, y a puros jergones los medio chamuscamos en el corral, de suerte que cuando vinieron los amos ya estaba todo hecho, aunque mal, si no eran los vientres, que aún no estaban acabadas de hacer las morcillas.

Pero, hombre, no sea usted mentecato replicó el ministro . ¿Cree usted que hay alguien en Madrid que no sepa o suponga que esas cartas existen o han existido?... Pero entonces, ¿qué partido sacamos de ellas? Uno muy sencillo... ¿No tiene usted que devolvérselas a la condesa? ¡Claro está!... Como que el jefe de orden público le ha dejado recibo.

Eran Fernanda y su hija: al verlas, ambos sacamos la cabeza por las portezuelas del cupé, en el momento en que ellas también daban vuelta. Van espléndidas me dijo don Benito. Diablo de vieja tu tía, hasta muerta nos persigue; si no hubiera sido por el tal entierro, ¡qué golpe habríamos dado yendo a Palermo!... Pero todavía hay tiempo le repliqué, retrocedamos. ¿Te atreves?... Y qué...

Al terminar, se retiró algunos pasos del lecho; hizo un ademán a mi tío para que se acercara; y en aquel momento mismo, mi tía Medea clavó sus ojos inmóviles en su marido, abrió la boca, esputó un cuajarón de sangre y acabó... Mientras comenzaban las mujeres a hacer los preparativos para vestirla, don Benito y yo sacamos a mi tío de la habitación.

Los dos comprendimos, sin embargo, que era él. ¿De veras no es V. Pelayo del Castillo? No señor. Después de comunicarnos en voz baja nuestra opinión contraria, sacamos cada cual una moneda del bolsillo. Tome V. No señor repuso rechazándolas con la mano y el gesto yo no puedo aceptar eso..... yo no les conozco a ustedes. Somos dos aficionados a las letras; tome V.