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Actualizado: 10 de junio de 2025


Esta diferencia física entre él y Robledo le hacía considerar á su camarada como un protector, capaz de seguir guiándole lo mismo que en su juventud. Al surgir en su memoria esta mañana la imagen del español, pensó, como siempre: «¡Si le tuviese aquí!... Sabría infundirme su energía de hombre verdaderamente fuerte

Finalmente, había escrito á su madre manifestándole que deseaba permanecer en Cádiz una larga temporada y que si le contrariaba en este deseo estaba resuelto á embarcarse para América. La pobre señora, asustada y conociendo el carácter impetuoso de su hijo, por no perderle para siempre, cedió á su capricho. ¿Qué esperaba allí? ¿Qué pretendía? Ni él mismo sabría decirlo.

Sólo después de un rato, Coca se dio por entendida: ¿Me habla usted a , Vázquez?... Llámeme «Coca» entonces, como todo el mundo, ¡por favor!... Yo no sabría a quién habría hablado usted, si me llama «Rosa»... «Coca» me llaman todos mis amigos... ¡Y creo que tengo bien el derecho de pensar que usted es uno de ellos, y de los mejores!

Voy á dar noticia de algunos detalles, procurando apartar la vista de otras muchas bellezas, porque cualquiera pincelada de ese lienzo vale un buen cuadro. Yo que los ojos de la figura que contemplo son bellísimos, y sin embargo, ¡portento que asombra! no sabria decir qué color tienen. Y ¿en qué consiste esto? dirá algun lector.

La suerte estaba echada, no quería amor... La amistad les había llevado algo lejos. Ella tenía la culpa, pero sabría remediarlo. Era ya un barco viejo que no podía cargar con el peso de una nueva pasión. Si le hubiera conocido años antes, tal vez. Reconocía que hubiese llegado a quererle; le creía más digno de su amor que otros hombres a los que había amado.

Si alguno osaba requebrarla al pasar o seguirla con descaro, ya sabría él despacharlo al otro mundo por el más listo de los correos, con una oblea harto roja en medio del pecho. Una noche, metido en la cama, fuese quedando dormido sin apagar el candil. La llama sobredoraba sus visiones. Estaba casado con Beatriz y era capitán de corazas en alguna tierra de América.

La paciencia, y otra porción de virtudes, son necesarias para salvarse; no sabría decir cuál más y cuál menos. Pero si la Juana se ha orientado por el camino de perfección, y comienza a ejercitarse en la paciencia y otras virtudes, débese, ante todo, a una circunstancia en apariencia insignificante y en rigor importantísima, la cual ustedes han procurado, que no yo.

El prosaico desenlace que usted conoce, es lo mejor que resultará de mi historia en cuanto a moralidad y quizás lo más novelesco como aventura. Lo demás no es instructivo para nadie, y sólo sabría conmover mis recuerdos.

Pocos días, pero después volvió muchas veces, estando nosotros en Niza y aquí. Parecía otro. Parecía temerla. ¿Cómo se explica usted tal cambio? No sabría decirlo. Sin duda, al verla tan triste y enferma, reconocía haber procedido mal. Fíjese usted bien en la pregunta que voy a hacerla: ¿qué era para su patrona el señor Vérod?... Dígame usted lo que sepa.

Además, la duda le hizo temblar interiormente. ¿Sabría valerse de esta arma primitiva?... Recordaba las risas de Flor de Río Negro comentando su torpeza; pero al evocar igualmente los alegres paseos con ella y verla ahora en tan angustioso peligro, sintió renacer su dura voluntad.

Palabra del Dia

vorsado

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