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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Si el Padre Ambrosio no se burlaba de él, si no se jactaba en vano, si por medio de sus artes mágicas podía volverle la mocedad, Fray Miguel estaba seguro de que sabría aprovecharla y no perderla sin fruto como había perdido la mocedad pasada. Ahora tenía él más claro concepto del valor de la vida y de los fines a que podía y debía aspirar en el mundo.
En la iglesia como en la iglesia, y en literatura ancha Castilla». Además, no le gustaba la poesía; prefería las novelas en que se pinta todo a lo vivo, y tal como pasa. «¡Si sabría ella lo que era el mundo! En cuanto a la sobrinita, era indudable que había que cortarle aquellos arranques de falsa piedad novelesca. Para ser literata, además, se necesitaba mucho talento.
En él está particularizada, por decirlo así, la idea general de la plenitud del ser, de toda perfeccion, de la infinidad. Las verdades generales pues serian vanas ilusiones, si no se refirieran á algo particular, existente ó posible. Sin esta relacion el conocimiento seria un fenómeno puramente subjetivo; la ciencia careceria de objeto; se sabria, pero no habria cosa sabida.
El doctor tenía una pasión: la música. Todos admiraban su habilidad. ¿Qué no sabría aquel hombre? Según doña Bernarda y sus amigas, aquel talento portentoso era adquirido con malas artes, fruto de su impiedad.
. Me preguntais qué es el alma separada del cuerpo, qué sentirá de sí, qué conocerá de sí, cuando se hallará sola. ¿Acaso en la actualidad no siente y no conoce sola? ¿Acaso los órganos de que se vale, sienten ni piensan? ¿Sabe por ventura de qué manera se sirve de ellos, ni sabria que se sirve de ellos, sino por la experiencia? ¿No se halla sola en las profundidades de su actividad, con sus pensamientos, con sus actos de voluntad, con sus sentimientos, con su alegría, con su tristeza, con sus placeres, con sus dolores?
En los escaparates de una confitería en la calle de San Honorato descubrimos un Pio IX de azúcar, y en la esquina del gran hotel del Louvre, hácia la plaza del Palacio Real, un Napoleon de chocolate, montado á caballo. Digo la verdad, sin embargo de no ser pontífice ni emperador, no me sabria bien que una escultura tan original confiase el secreto de mi fama al chocolate y al azúcar.
Nada sabría de ellos; su época fijaba la atención en otros asuntos más importantes. Y sin embargo, bajo de sus pies, en la sombra, latía una fuerza ignorada por él, que iba a transformar el mundo... Desde hace ochenta años ha venido a la tierra un nuevo dios: el dinero.
Ella pensaba pedir á Robledo que le proporcionase los medios de regresar á París, ó cuando menos el dinero necesario para volver á Buenos Aires. Una vez en la gran ciudad sabría defenderse. En su primera juventud se había visto en situaciones iguales ó peores, y conocía por experiencia cómo una mujer enérgica puede salir de los pasos difíciles con más soltura que un hombre.
Y por la noche, cuando el sueño aflojaba su voluntad en dolorosa tensión, la casa azul, los ojos verdes y diabólicos de su dueña, y la boca fresca, grande y carnosa con su sonrisa irónica que parecía temblar entre los dientes blancos y luminosos, eran el centro inevitable de todos sus ensueños. ¿Para qué resistir más? Podía pensar en ella cuanto quisiera; esto no lo sabría su madre.
A Nepomuceno había que ponerle las cosas muy claras; y Marta, aun a riesgo de molestar a los bailarines, tal vez contenta con molestarlos, porque aquello venía a ser un anuncio, dejaba ver con gran transparencia el verdadero motivo de los desaires que se veía obligada a dar; a saber: que era más importante para ella hablar con Nepomuceno que andar por allí dando saltos y despertando, el diablo sabría qué apetitos, en aquella juventud lucida y generalmente colorada, gracias a la mucha sangre.
Palabra del Dia
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