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¡Y tan tranquila...!, porque estás muy tranquila... con tus misas por la mañana, y el resto del día dando cada sablazo que tiembla el misterio. ¿Sabes una cosa?, te tengo envidia... me cambiaría por ti...

Y se echó a llorar de nuevo. ¡Llorar en presencia de sus domésticos! ¿Es posible que un sablazo modifique en tales términos las costumbres de un hombre? Seguramente era preciso que el arma del buen Ayvaz, al cortar el canal nasal, hubiese conmovido el saco lagrimal y los tubérculos mismos.

Luego que hubo invertido la fabulosa cantidad en lazos, cosméticos, afeites y menjurjes, pidió más, exigiéndolo con tal imperio que don Quintín, de un lado sujeto al hechizo de su Circe, y de otro confiado en que tenía por banquero a don Juan, determinó ir a su casa y darle un fenomenal sablazo. Allí no fue Troya, pero fue la gallina de los huevos de oro.

Leonora hubiese querido que la noche no terminase nunca; que aquella luna menguante, que parecía partida de un sablazo, se detuviera eternamente en el cielo para envolverles en su luz difusa y mortecina; que el río no tuviese fin y la barca flotase y flotase hasta que anonadados ellos de tanto amar, exhalasen el resto de su vida en un beso tenue como un suspiro.

El muy valiente cayó en nuestras avanzadas, después de haber atravesado un destacamento de cosacos en la meseta del Grosmann; el pobre hombre había recibido un sablazo terrible, y sus entrañas colgaban de la silla del caballo. ¿No es así, Frantz? respondió el cazador con voz sorda. ¿Y qué dijo? preguntó la anciana.

Juanito temblaba viendo aproximarse la afligida demanda, el «sablazo» maternal, acompañado con lágrimas y conmovedoras lamentaciones sobre lo mucho que cuesta la educación de los hijos. Y la petición fue formulada, por fin, a principios de Semana Santa, una tarde en que Juanito, después de comer de prisa, iba a salir para avistarse con Tónica antes de entrar en la tienda.

Torquemada hizo una separación de billetes, dando la mayor parte a doña Lupe. «Los seis mil reales de usted... dos mil míos. Buen chiripón ha sido este. Yo los contaba, como quien dice, perdidos, porque el tal Joaquinito está, según , con el agua al cuello. ¿Quién será el desgraciado a quien ha dado el sablazo? A bien que a nosotros no nos importa». Como no le hemos de prestar más...

Kasper, con la frente vendada con un pañuelo, había recibido un sablazo; su bayoneta, su correaje y sus altas polainas azules estaban manchados de sangre. El anciano Materne, gracias a su imperturbable presencia de espíritu, volvía sano y salvo de la contienda. De este modo, los restos de las fuerzas de Jerónimo y Hullin se hallaron unidos.

Y llevando la mano al bolsillo para sacar la cartera, dijo brutalmente: ¿Cuántos necesitas? ¡Ninguno, canalla! exclamó ella soltando a reir . Pensabas que me estaba preparando para darte un sablazo, ¿eh? ¡Claro! No te veo cariñosa sino cuando necesitas dinero. ¡Habrá embusterazo, marrullero! Cualquiera que te oyese, pensaría que es cierto.

Las hojas de acero brillaron y se cruzaron gallardamente. Breve fué la lucha: Espronceda, cuya naturaleza estaba aniquilada por su vida de vértigo, cayó en tierra herido de un sablazo. Y así se dió fin a este episodio raro, pintoresco y triste, que era bien digno de la rima.