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Actualizado: 3 de junio de 2025
Sólo cuando anuncia su designio de incendiar la hermosa ciudad, puede obtener que le entreguen la plaza pública, que es lo único que no está en su poder. Sabiendo que Paz se acerca, deja como inútil la infantería y artillería y marcha a su encuentro con las fuerzas de caballería, que eran, sin embargo, de triple número que el ejército enemigo.
Las señoritas de la ciudad, parecíanle campesinas disfrazadas, con los mismos instintos de egoísmo y economía de sus padres, conociendo el precio a que se vendía la naranja, sabiendo el número de hanegadas con que contaba cada aspirante a su cariño, ajustando el amor a la riqueza y creyendo que la honradez consistía en ser implacable con todo el que no se amoldaba a su vida tradicional y mezquina.
No sabiendo qué hacer, quiso enseñar a Amparo cómo se fumaba, a lo cual ella se prestó con repugnancia, alegando que las cigarreras no fuman, que casualmente están «hartas de ver tabaco», y que este sólo era bueno para ponerse parches en las sienes cuando duele la cabeza.
Íbamos holgando por el camino mucho. Yo, acaso, comencé a representar un pedazo de la comedia de San Alejo, que me acordaba de cuando muchacho, y representélo de suerte que les di codicia. Y sabiendo, por lo que yo le dije a mi amigo que iba en la compañía, mis desgracias y descomodidades, díjome que si quería entrar en la danza con ellos.
El amor debe ser algo más dulce, más tranquilo... Era imposible que yo le quisiera toda la vida. Su genio siempre me ha sido antipático... Detesto á los hombres soberbios... Es porque tú lo eres. Quizá dijo ella con franca resolución; pero así es... Por lo demás, no puedo negarte que me causa pena el verle marchar, sabiendo que es por mi causa.
Basilio al oir semejante lenguaje, aunque quería mucho á Isagani, dió media vuelta y salió. Tenía que ir á casa de Makaraig para hablarle del préstamo. Cerca de la casa del rico estudiante, notó cuchicheos y señas misteriosas entre los vecinos. El joven, no sabiendo de que se trataba, continuó tranquilamente su camino y entró en el portal.
Sabiendo que te quiero tanto... Y yo a ti... ¿Pero por qué no te sientas? No... Me voy en seguida. No he venido más que a traerte una cosa... A traerme una cosa... ¡a mí! Sí, verás. Y diciendo verás, hizo con el brazo derecho un raudo y enérgico movimiento, y le descargó tan de lleno la mano sobre la cara, que la otra no pudo resistir el impulso, y dando un grito, se cayó al suelo.
Muchos desgraciados con talento, que titubeaban en las avenidas de la vida, no sabiendo qué camino tomar, entraban en el magisterio, dignificado y elevado a primera función nacional. El más humilde maestro de España tendría mayor sueldo que un canónigo...
12 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. 13 Y cuando vio el dragón que él había sido derribado en tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz el hijo varón.
Yo estoy decidida, Lázaro. Y en vano buscaban sus ojos en el semblante del joven indicios de los sentimientos que con tanta ansiedad le pedía. El hacía esfuerzos por permanecer inmutable ante aquella santa mujer, agitada por las alternativas de un arrebato místico; y no sabiendo qué decir, dió un paso hacia la puerta.
Palabra del Dia
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