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La casualidad, o la Providencia, que acaso sean hermanas sin saberlo, hizo que la duquesita y Manuela se enamorasen y casaran casi al mismo tiempo, hacía mil ochocientos setenta y tantos. Sin duda el amor, que no distingue de jerarquías ni clases, les rozó simultáneamente con sus alas. Algo así debió de suceder, porque ambas fueron madres con diferencia de unas cuantas horas.

La señora de Villanera servía, sin saberlo, este secreto deseo de Germana, reteniendo a su lado a la señora de Vitré, con la que cada día se sentía más identificada. Don Diego no había llegado aún a ese punto en que un amante soporta impacientemente la compañía de los extraños; su cariño por Germana era aún desinteresado.

41 E iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. 42 Y cuando fue de doce años, subieron ellos a Jerusalén conforme a la costumbre de la Fiesta. 43 Y acabados los días, volviendo ellos, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin saberlo José y su madre.

¿No le han dicho nada de lo que pasa en el Molino, señor cura? preguntaba D.ª Rita con su voz nasal, quejumbrosa. ¿Qué me habían de decir, mujer?... ¿Que Andrés bromea un poco más de la cuenta con Rosa?... Ya estoy cansado de saberlo... Por cierto que hace algunos días le he hablado de ello, aconsejándole que dejase esas tonterías...

Según declaración de su mujer, Luisa de Robles, ha partido á Navalcarnero, á donde decía haber ido su esposo á causa de estar muriendo un hermano suyo. Preguntada además si sabía que acompañase alguien á su marido, contestó que no: pero que podrían saberlo los de las caballerizas, porque siempre que Montiño hace un viaje, lo hace sobre cabalgaduras de su majestad.

Siempre las ponía formando columna. ¿Cuánto llevas perdido?... Ella encogió los hombros, haciendo un mohín desdeñoso: ¡Quién puede saberlo!... Vengo aquí hace más de doce años. Ni los del Casino llegarían á calcular el dinero que les he dado. Antes no llevaba yo cuenta alguna; cuando me hacía falta dinero telegrafiaba á París.

¡Qué ha de haber pasado! Que le quiero, que le amo, que le adoro; que él me quiere también, aunque lucha por sofocar su amor y tal vez lo consiga; y que Vd., sin saberlo, tiene mucha culpa de todo. ¡Pues no faltaba más! ¿Cómo es eso de que tengo yo mucha culpa?

Tal fue la sorpresa del duque a consecuencia de lo ocurrido, que sólo después de algunas horas, y tras larga conversación con su mujer, llegó a convencerse de dos cosas: era senador vitalicio por nombramiento real, y, sin saberlo, había ofendido gravemente al hombre que le encumbraba. Ambos esposos se preocuparon seriamente.

Serviré fielmente á vuestra señoría. Y como os quejáis de haber hecho gastos... Yo no me he quejado, aunque los he hecho... Tomad. El padre Aliaga abrió un cajón y sacó un centenar de escudos que dió al cocinero. ¡Ah! ¡señor! dijo Montiño ; yo no tomaría esto, si no fuera porque estoy pobre. Y en aquellos momentos el cocinero mayor decía la verdad sin saberlo.

, concluía el Magistral: yo la salvo a ella y ella, sin saberlo por ahora, me salva a ». Y cantaban los del coro bajo: Deus, in ajutorium meum intende.