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Actualizado: 11 de octubre de 2025
Cuenta, pues, la historia, que Sancho no durmió aquella siesta, sino que, por cumplir su palabra, vino en comiendo a ver a la duquesa; la cual, con el gusto que tenía de oírle, le hizo sentar junto a sí en una silla baja, aunque Sancho, de puro bien criado, no quería sentarse; pero la duquesa le dijo que se sentase como gobernador y hablase como escudero, puesto que por entrambas cosas merecía el mismo escaño del Cid Ruy Díaz Campeador.
Aunque conociera bien al que servía; aunque poseyera el secreto de sus pasiones, de su terrible disimulo, de la suspicacia de su poder, por la que la confianza había de ser instable; aunque supiera que Felipe II había matado al Cardenal Espinosa con una palabra, que alejó al Duque de Alba por la rigidez, que sólo por consumada habilidad y condescendencia se mantuvo á su lado Ruy Gómez hasta el fin, se atrevió á engañarle y se perdió.
La cena fué mucha y buena, y serian de mesa hasta ciento, y porque no la vi no sabré decir los personages della: bien se podria creer que Ruy Gomez y la princesa estarian con mucho contentamiento desta solemnidad, que en Córdoba se ha celebrado bien por las pecas que en ella ha habido desta manera, aunque se debe todo á los ginetes, que cierto fueron lucidos.
La próspera fortuna del caballero del Espíritu Santo, de Juan Grajales. El esclavo del demonio, de Mira de Mescua. La próspera fortuna del famoso Ruy López de Avalos, el Bueno, de Damián Salustrio del Poyo. Dos partes. El Sancto negro Rosambuco de la ciudad de Palermo, de Lope de Vega. Además cinco loas y tres entremeses: del Sacristán Soguijo, de los Romances y de los Güevos.
Habéis hecho bien en acechar; dadme un papel y tintero. Ruy Soto sirvió al momento los objetos pedidos al padre Aliaga, que escribió rápidamente una carta y la cerró. En el sobre se leía: «Al tribunal de la Santa inquisición».
A los diez y ocho años de edad era paje de Ruy Gómez de Silva, y a los treinta, gentilhombre del Rey, que le hizo acordar, más tarde, por su comportamiento en la flota, el hábito de Calatrava. Había estudiado en Salamanca, residido dos años en Milán y tres en Venecia. El recuerdo de esta ciudad le exaltaba todavía hasta el delirio.
Después, el aguardiente y los años han abatido el tórax que se irguió enorgullecido bajo la cota de acero de Ruy Díaz, se abatió en curva claudicante en demanda de las dos pesetas, en esas lamentables aulas de picardía y de dolor que están siempre abiertas en las aceras de la corte.
La ley es rigurosa y expresa... y no era necesario que vuestro proceso estuviese en manos del terrible alcalde de casa y corte, Ruy Pérez Sarmiento, que se perece por ahorcar gente; cualquier otro alcalde, por bueno y por compasivo que fuese, os entregaría al verdugo. ¿Y habéis venido á decirme eso, cuando yo, ¡triste de mí! creía que veníais á salvarme?
Zaida teme que su amante se escape de la prisión y la abandone, y conjura, con ayuda de la encantadora Hafa, á los poderes infernales para que impidan su viaje. El cautivo lo emprende, sin embargo, y llega á Salas felizmente. Se decide entonces á vengar la muerte de sus hermanos, mata á Ruy Velázquez en singular desafío, y quema viva en su casa á Doña Lambra.
El argumento de esta última, casi igual al desenvuelto en el romance, es el siguiente: Los llamados infantes de Lara, hijos de Gonzalo Bustos de Lara y de Doña Sancha, han provocado la cólera de Doña Lambra, la cual, arrastrada por ella, excita á la venganza contra todo el linaje de su suegro á su esposo Ruy Velázquez, hermano de Doña Sancha.
Palabra del Dia
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