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Actualizado: 20 de septiembre de 2025


Espera un instante; déjame escuchar la serenata de ese ruiseñor que canta encima de nosotros. Si yo tuviese su voz y su inspiración, hermosa mía, también pasaría la noche cantándote al oído el himno del amor. No aquí dijo ella riendo y poniéndose en pie , porque aquí no te escucharía. ¡Un instante, un instante nada más!

El sol descendía rápidamente hacia el ocaso. Sobre sus cabezas cantaba el ruiseñor. Cuando hubieron dado buena cuenta de la tortilla y el queso, D. Prisco bebió un número prodigioso de vasos de agua. Era su manía y su vicio. El capitán sólo algunos sorbos de vino. Entonces D. Prisco volvió á meter la mano en las profundidades del balandrán y sacó la baraja. ¿Una brisquita?

¡Oh, virgen china! le dijo el mandarín: ¡digna y piadosa virgen!: en la cocina tendrás siempre empleo, y te concederé el privilegio de ver comer al emperador, si me llevas adonde el ruiseñor canta en el árbol, porque lo tengo que traer a palacio esta noche.

Le digo a usted que cuando soltaba un ajo, que en ella eran signo de hallarse contenta, se quedaba uno embobado y sonriente como si escuchase una nota de ruiseñor. De las palabras no cuenta la estructura, sino el timbre y la intención; son como vasijas que, aunque de la misma forma, unas están hechas de barro y otras de cristal puro y contienen una esencia deliciosa.

Y según iba cantando eran menos negras las sombras, y corría la sangre más caliente en las venas del emperador, y revivían sus carnes moribundas. La Muerte misma escuchaba, y le dijo: «¡Sigue, ruiseñor, sigue!» Y por un canto, le dio la Muerte la corona de oro: y por otro, la espada de mando: y por otro canto más, le dio la hermosa bandera.

Un ruiseñor volaba infatigable de plaza en plaza, teniendo por bosques las ciudades, y su música divina volvía locas a las gentes, haciéndolas pedir a gritos la República... pero Federal, ¿eh?... Federal o nada.

Ni uno solo de sus criados, ni un solo mandarín, había venido a verlo. Lo creían muerto todos. El ruiseñor no más estaba junto a su cama: el ruiseñor, cantando. ¡Siempre estarás junto a ! ¡En el palacio vivirás, y cantarás cuando quieras! ¡Yo romperé al pájaro artificial en mil pedazos!

Se puso en pie, quiso hablar, gritó; al fin su voz resonó en la cañada; calló el supuesto ruiseñor, y los versos de Ana, recitados como una oración entre lágrimas, salieron al viento repetidos por las resonancias del monte. Llamaba con palabras de fuego a su Madre Celestial.

Cantáis... no cómo deciros... exclamó Montiño como un ruiseñor es poco, y como un ángel... lo ha dicho todo el mundo. ¡Gracias! ¿Creéis que gustaré esta tarde? Si los del patio sienten lo que yo he sentido... ¡Ah! Habéis cantado como el amor... y esos ojos que cantáis, son vuestros ojos. ¿Sabéis que tarda demasiado don Francisco? Mejor; de ese modo no estorba.

No había uno que supiera darle cuerda. No daba una sola nota. Y la Muerte seguía mirando al emperador con sus ojos huecos y fríos, y en el cuarto había una calma espantosa, cuando de pronto entró por la ventana el son de una dulce música. Afuera, en la rama de un árbol, estaba cantando el ruiseñor vivo. Le habían dicho que estaba muy enfermo el emperador, y venía a cantarle de fe y de esperanza.

Palabra del Dia

passaro

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