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Actualizado: 20 de septiembre de 2025
Y el ruiseñor cantó tan dulcemente que le corrían en hilo las lágrimas al emperador: y los mandarines, de veras, lloraban: y el emperador quiso que le pusieran al ruiseñor al cuello su chinela de oro: pero el ruiseñor metió el pico en la pluma del pecho, y dijo «gracias» en un trino tan rico y vigoroso, que el emperador no lo mandó matar porque no había querido colgarse la chinela.
Graznó una rana, y dijo el mandarincito: «¡Oh, qué hermosa canción, que suena como las campanillas!» «Es una rana que grazna», dijo la cocinerita. Y entonces rompió a cantar de veras el ruiseñor. ¡Ese, ése es! dijo la cocinerita, y les enseñó un pajarito, que cantaba en una rama. ¡Ese! dijo el mandarín mayor: nunca creí que fuera una persona tan diminuta y sencilla: ¡nunca lo creí!
«¡Hermoso pájaro es!» dijo toda la corte, y le pusieron el nombre de «gran pájaro internacional»: porque se usan estos nombres en China, pomposos y largos: pero cuando puso el emperador a cantar juntos al ruiseñor vivo y al artificial, no anduvo el canto bueno, porque el vivo cantaba como le nacía del corazón, sincero y libre, y el artificial cantaba a compás, y no salía del vals.
A la siniestra mano extendíase el bello jardín de los muertos, con sus anchas columnatas y sus calles de nichos vacíos. Quizá un ruiseñor cantaba entre las ramas de un ciprés religioso y sombrío como una elegía. De la honda paz de la tierra tal vez surgían esos rumores vagos, misteriosos, inquietantes, que parecen diálogos del más allá.
Y allá al fondo había un bosque muy grande y hermoso, que daba al mar azul, y en un árbol de los del bosque vivía un ruiseñor, que les cantaba a los pobres pescadores canciones tan lindas, que se olvidaban de ir a pescar; y se les veía sonreír del gusto, o llorar de contento, y abrir los brazos, y tirar besos al aire, como si estuviesen locos. «¡Es mejor el vino de la canción que el vino de arroz!» decían los pescadores.
El ruiseñor cantaba en el sauce melancólicamente, como saludando una ilusión que se aleja. Mira, mi vida dijo Leonora. El pobrecito nos despide. Oye como nos dice adiós. Y súbitamente, en su fatigado desaliento, anonadada y muelle por la noche de amor, sintió la llama del arte, estremeciéndola de pies a cabeza.
Componían estos una tropa o cofradía de los derviches místicos, apellidados mevlevies, de que fue fundador y patriarca el ya citado celebérrimo Chelaledín-Rumí, egregio poeta entre los orientales y melodioso ruiseñor de la vida contemplativa.
Buenos días, mi ruiseñor dijo Stein, que al oírla había salido al patio. Por vía del ruiseñor, ¡ehe, ehe, ehe, ehe! gruñía y tosía Momo , ¡ruiseñor y es la chicharra más cansada que ha criado el estío!, ¡ehe, ehe, ehe, ehe! Ven, María prosiguió Stein , ven a escribir y a leer los versos que traduje ayer. ¿No te gustaron?
Y se oía, como una risa, el canto del ruiseñor. ¡Tsing-pé! ¡Tsing-pé! dijo el gran mandarín, y dio dieciocho vueltas seguidas con los brazos abiertos, y se echó por tierra, con la frente a los pies del emperador. Y a los mandarines, arrodillados en el aire, les temblaba en la nuca la cola. La galería de las máquinas
Y el emperador dio permiso para que el domingo sacase el maestro al pájaro a cantar delante del pueblo, que parecía muy contento, y alzaba el dedo y decía que el con la cabeza; pero un pobre pescador dijo «que él había oído el ruiseñor del bosque, y que éste no era como aquél, porque le faltaba algo de adentro, que él no sabía lo que era». El emperador mandó desterrar al ruiseñor vivo, y al otro de la caja se lo pusieron a la cabecera, en un cojín de seda, con muchos presentes de joyas y de argentería, y lo llamaban por título de corte «cantor de alcoba y pájaro continental, que mueve la cola como el emperador se la manda mover.» Y el maestro de música se sintió tan feliz que escribió un libro de veinticinco tomos sobre el ruiseñor artificial, con muchos esdrújulos y palabras de extraña sabiduría; y la corte entera dijo que lo había leído y entendido, de miedo de que los tuviesen por gente fofa y de poca educación, y de que el emperador se pasease sobre sus cabezas.
Palabra del Dia
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