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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Ella le lanza un nuevo proyectil; y él le dispara, pronto para la respuesta, un grano a la nariz. Ella se estremece, lo mira un momento toda desconcertada; y, al inclinarse el joven hacia ella, con el rostro más serio del mundo, lanza una ruidosa y alegre carcajada. ¿Qué pasa? dice Martín, arrancado violentamente a su somnolencia.

Por otra parte, era feliz, muy feliz, y se abandonaba a la felicidad sin tratar de analizarla. ¡Había habido tan pocos días floridos en el jardín de su severa juventud! Íbanse a la ventura, sin más guía que un mapa de Estado Mayor, y caían a veces en una ruidosa fiesta de pueblo o entre los empujones y el polvo de un mercado de ganados.

Alzose un clamoreo, una aprobación ruidosa y vehemente, gritos agudos, voces humedecidas por el llanto, bendiciones casi inarticuladas; y al punto, dos o tres objetos más de escaso valor, una sortija de plata, un dedal de lo mismo, vinieron despedidos desde las mesas próximas, cayeron en el delantal y se mezclaron con la calderilla.

Es únicamente en el teatro donde la desgracia es privilegio de la virtud. No le hubieran faltado distracciones y para ello no tenía más que elegir, pero sabía por experiencia que el placer no consuela de nada. Desde hacía diez años su vida había sido agitada y ruidosa como una fiesta, pero a expensas de la paz del alma.

La viña estaba llena de mujeres, y a Luis le agradaba el trato con aquellas mozas serranas que reían las gracias del señorito, y agradecían sus generosidades. María de la Luz y su padre acogían como un honor la asiduidad con que Luis visitaba la viña. De la ruidosa aventura de Matanzuela, apenas si quedaba un lejano recuerdo. ¡Cosas del señorito!

El Manitas, trémulo aún por los recientes peligros, se vio rodeado, empujado, levantado en alto por la ruidosa pillería, y así marchó llevado en triunfo desde la plaza a las Ventas, por el final de la calle de Alcalá, seguido de las miradas curiosas de la gente de los tranvías que cortaban irrespetuosamente la gloriosa manifestación.

Salimos, después de haber oído un enojoso sermón, que ellos celebraron como obra maestra; paseamos de nuevo; continuó la charla más vivamente, porque se nos unieron unas damas vestidas por el mismo estilo, y entre todos se armó tan ruidosa algazara de galanterías, frases y sutilezas, mezcladas con algún verso insulso, que no puedo recordarlas.

Algunos soldados habían empezado ya el trabajo empleando las bayonetas, pero su labor era torpe, desmañada, ruidosa: cuchilladas á ciegas, agonías interminables, arroyos de sangre. Todos los heridos se arrastraban hacia el capitán, atraídos por su categoría, que representaba un honor, y admirados de su hábil prontitud. ¡A , hermano!... ¡A mi!

Una nueva y aun más ruidosa carcajada de los oficiales saludó esta original revelación del estrambótico enamorado de la dama de piedra. Nada, nada; es preciso que la veamos, decían los unos. , , es preciso saber si el objeto corresponde á tan alta pasión, añadían los otros. ¿Cuándo nos reuniremos á echar un trago en la iglesia en que os alojáis? exclamaron los demás.

Pasan las fiestas, se arranca la última estaca de las barreras y los balcones improvisados de la plaza de toros, y no queda rastro alguno de la ruidosa y variadísima escena. Hasta el año siguiente, en la misma época, no se vuelve á pensar en el asunto.

Palabra del Dia

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