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Todos se alzan del asiento, excepto la señora de Calderón, en cuyo rostro parado se dibujó una vaga sonrisa de placer. ¡Ah, Clementina! ¡Qué milagro el verte por aquí, mujer! La dama se adelantó sonriente, y mientras besaba a las señoras y daba la mano a los caballeros, respondía a la cariñosa reprensión de su cuñada. ¡Anda!

Como su rostro era ya de lo más desgraciado que pudiera verse, aquel surco sinuoso y colorado acabó de prestarle una apariencia monstruosa y hasta temible. Era más joven que su hermana María. No llegaba aún a los cincuenta años. Vivía célibe y solo en la casa solariega que los Oscos tenían en la calle del Pozo, nada magnífica por cierto.

Me retiré, pues, y en el corredor, una puerta se entreabrió para dejarme ver el lindo rostro de Presentación y una blanca manecita que me saludaba. Poco después entraba en casa de doña Flora. Después de enterar a la condesa del resultado de mi visita, dije a Inés: Asunción vendrá aquí. Ahora salía con D. Paco. Un momento después, Asunción entró y las dos amigas se abrazaban llorando.

Un reportero, mientras llegaban sus demás colegas, disponía ante él las cuartillas y examinaba muy contento la sala. El presidente del tribunal, un hombre grueso, de rostro vulgar y bigotes blancos, pasaba revista presuroso y con voz monótona, a los testigos. ¡Efimov! ¿Cuál es el patronímico de usted? Efim Petrovich. ¿Quiere usted prestar juramento? .

¿Mi mano para Raúl? exclamó Antonia. , para Raúl de Mengis, que sabías que ella no amaba, con la vaga esperanza tal vez, de que en el momento de que propusiera este casamiento, había de confesar que te amaba. Amaury cubriose el rostro con las manos, y lanzó un gemido. Me parece que he hecho perfectamente la autopsia de tu corazón, y el análisis de tus sentimientos.

¡Por San Pedro! exclama, dando una voz, Braulio, difundida ya sobre sus facciones una palidez mortal, al paso que brota fuego el rostro de su esposa. Pero sigamos, señores, no ha sido nada añade, volviendo en .

3 Y volviendo el rey su rostro, bendijo a toda la congregación de Israel; y toda la congregación de Israel estaba en pie. 4 Y él dijo: Bendito sea el SE

Luego, reprimiendo su asombro, agrega dulcemente: El Señor os conduce, niña santa. ¿Qué labios podrán rezar mejor que los vuestros por el alma de este difunto? ¿Quién era...? pregunta Rosa, observando el rostro del muerto. A punto fijo, no lo yo tampoco responde el religioso.

Que no tienen por gusto el ahogarse, Discreta gente al parecer en esto, Pero valioles poco el esforzarse. Que el padre de las aguas echó el resto De su rigor, mostrandose en su carro Con rostro airado y ademan funesto. Quatro delfines, cada qual bizarro, Con cuerdas hechas de tegidas obas Le tiraban con furia y con desgarro.

Soy tuya... eres mi único amor. Yo no soy casada... Y con caricias de gata mimosa le paseaba sus manos finas y pálidas por el rostro, estampaba en él menudos, infinitos besos, le anudaba los brazos al cuello, se lo mordía con leves y fugaces mordiscos de ratón.