Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de junio de 2025
Y no era que el señor Rosendo estuviese mal con su oficio; nada de eso; artistas habría orgullosos de su destreza, pero tanto como él, ninguno. Por más que los años le iban venciendo, aún se jactaba de llenar en menos tiempo que nadie el tubo de hojalata.
La disputa duró más de dos horas. Maza procuraba reprimirse porque don Rosendo era un caballero de más edad y le debía quince mil reales. El fundador del Faro, por razones de prudencia, tampoco se atrevía a soltar enteramente la lengua. Sin embargo, al cabo, en mejores o peores términos, todo se dijo para edificación de los notables, que se dividieron en favor y en pro de los contendientes.
Esta le puso al corriente, sofocada por los sollozos, de la falta de respeto de su hija. Don Rosendo se creyó en el caso de arrugar el entrecejo, y decir con tono solemne: Eso está mal hecho, Ventura. Ve a pedir perdón a tu mamá. Se le conocía que estaba distraído, absorto por algún pensamiento, y que aquel suceso doméstico no conseguía más que a medias arrancarle de su preocupación.
Allí, oyendo a don Rosendo tocar el punto del matadero, pidió por favor a la plebe que le dejase paso. Una vez en las primeras filas, gritó reciamente: ¡Aquí no se juega trigo limpio! Después, se retiró.
Don Rosendo pretendía esparcirlo profusamente por la provincia, enviarlo a todas las de España, y hasta darlo a conocer en las naciones extranjeras. Tanto aquél como sus socios asistieron con interés al acto de funcionar la máquina.
Que me parece que el sable del señor ha perdido la punta. Se reconoció el sable de Villar, y se vió que no era verdad. Este rasgo de caballerosidad, más propio de la Edad Media que de nuestros tiempos, elevó a don Rosendo, en el concepto público cuando se supo, a la altura de los héroes legendarios, Roldán, Bayardo y Bernardo del Carpio.
Nada menos se le ocurrió que don Rosendo se había percatado de la instabilidad de sus sentimientos amorosos, y le iba a pedir de ello estrecha cuenta. Fuese, pues, detrás de él cabizbajo y receloso, y penetró en el escritorio.
Cuando dejase de estarlo ya vería si le convenía cruzar las armas con «semejante mamarracho». Como los padrinos contestasen en mal tono, les amenazó con llevarlos a la cárcel, y hubieron de retirarse. El duque de Tornos siguió visitando de vez en cuando la casa de don Rosendo y dejándose acompañar por éste y sus amigos siempre que salía a la calle.
Comenzó a hablarse de matrimonio; mediaron cartas entre don Melchor y su sobrino; después visitas entre aquél y don Rosendo. Finalmente todo quedó arreglado, conviniéndose que a la primavera regresaría Gonzalo, y se efectuaría el casamiento. Salían ya del teatro los que habían quedado.
Al levantarlo para contestar a Pablo, sus ojos tropezaban siempre con los de Venturita, cuya mirada risueña, y maliciosa le turbaba momentáneamente. Levantáronse al fin de la mesa y se diseminaron. Don Rosendo y Ventura desaparecieron. Pablo, después de charlar algunos instantes, concluyó por irse también. Quedaron solamente en el comedor doña Paula y los novios.
Palabra del Dia
Otros Mirando