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Actualizado: 27 de junio de 2025
En el patio vio matar al Padre Artigas, bibliotecario, y al hermano Elola, ambos cazados ferozmente a lo largo de los claustros, y siguiendo la dirección de algunos escolares que huían, refugiose en la capilla doméstica. Allí estaba el Padre Carasa con algunos colegiales rezando el rosario.
Y sin poder evitarlo, empieza a agarrarse con mano nerviosa a su amiga y a dejar salir de su boca exclamaciones de angustia y terror. ¡Ay, Dios mío, vamos a perecer; vamos a perecer! No pasa nada; tranquilízate, Rosario.
Con esto se daba por terminado el rosario. Eran las diez. Las vecinas se levantaban en silencio y despedíanse con palabras melosas y serviles. Un criado encendía el candil de la cocina y bajaba á abrirles la puerta. ¡Cómo se acordaba Laura de todos estos pormenores!
Si no confesábades, ¿era por vuestro ánimo o por las bebidas que os daba? Gracias a mis botes. Y si no temiera que me habían de oír en la calle, yo dijera lo de cuando entré por la chimenea y os saqué por el tejado." Más dijera, según se había encolerizado, si con los golpes que daba no se le desensartara un rosario de muelas de difuntos que tenía.
Tirso, a pesar de su carácter impetuoso, sabía contenerse mejor; a Pepe le temblaba la voz en la garganta; aquél, tranquilamente sentado ante la mesa, jugaba con las cuentas del rosario; Pepe sentía afluir a los labios todos los temores que abrigaba su alma. La lámpara, a cada instante menos luminosa, iba quedando vencida por las sombras.
Le respondió con benevolencia, y un poco más sereno y confiado, volvió a entablar conversación con ella, procurando mostrarse familiar y jocoso, tanto más cuanto que deseaba alejar el malestar y la inquietud que se cernía sobre ellos. Rezaron el rosario. Luego cenaron con la vitualla que traían. Mientras duró la cena, Obdulia estuvo oportuna y alegre.
A los lados de este canal surgían inmóviles los barcos del dragado, como negras ballenas dormidas a flor de agua. Veíase el rosario oblicuo de sus enormes tanques entrando en el agua y saliendo con un chorreo de fango removido. El trasatlántico avanzaba lentamente, como si su quilla mordiese en el fondo ocultos obstáculos. Estremecíase al remover un légamo secular, venciendo ocultas resistencias.
Veíala yo desde las ventanas de mi cuarto, sentada, con el libro o el rosario en la mano, sobre un poyo de madera adosado a un cerezo que domina el zarzal, cuyas negras ramas, cuajados de fruto, se inclinaban sobre su cabeza.
Ea, pues, manos a la obra: venid a mi memoria, cosas de Amadís, y enseñadme por dónde tengo de comenzar a imitaros. Mas ya sé que lo más que él hizo fue rezar y encomendarse a Dios; pero, ¿qué haré de rosario, que no le tengo?
Todas sus partes se dirigen á ensalzar el poder maravilloso del Rosario. Un libertino, llamado Dionisio, viola y deshonra á la joven Marcela. La víctima pide al cielo el castigo del culpable, y Jesucristo le declara que sus súplicas serán oídas. Dionisio, más pecador cada día, comete toda clase de delitos; pero á pesar de ello, conserva siempre piadosa devoción por el Rosario.
Palabra del Dia
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