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Actualizado: 11 de junio de 2025


Un suceso de poca monta vino a decidir a María. Su tío Rodrigo, marqués de Revollar, que era uno de los magnates más importantes de la corte del Pretendiente, teniendo noticia de su acendrada fe y de las relaciones que mantenía con los partidarios de la monarquía católica en Nieva, le escribió desde Bayona preguntándole si se prestaría a servir de intermediario de la correspondencia entre él y don César Pardo, presidente de la junta carlista.

Cuando se fué don Rodrigo, observé que de una manera disimulada, pero curiosa, se informaba de si la cartera estaba en su sitio, y cuando aquella noche vino el duque de Lerma, le recibí con despego, le atormenté, me ofreció como siempre alhajas, y yo... yo le pedí que me trajese un escrito indudable de la reina.

Relativamente al cuarto viaje del descubridor de las Indias hay constancia oficial en las cuentas de Rodrigo de Narváez conservadas en Simancas , importante al fundamento de lo que va expuesto, por esta partida: «Data.

Rodrigo, que la oye oculto, se arroja á sus pies, rogándole que lo vengue en él como él vengó al suyo en el conde Lozano. Ella no le encubre su inclinación, pero manifiesta que, obedeciendo á las leyes del honor, hará todo linaje de sacrificios para que sea castigado el matador de su padre.

Pero mi padre, que deja estar en su destierro á su sobrino, mi señor esposo, por no disgustar á su servicialísimo don Rodrigo, sería capaz de desairar á su hija y de no creerla, porque su muy querido don Rodrigo no se disgustase.

Temióse, no lo que hacía, sino lo que pudiera hacer de la corte el ilustre descendiente de los Girones, y como es muy principal caballero, y muy poderoso, y muy bravo, se le desterró á Nápoles dorando el destierro con lo de virrey, y como se creía que yo era mucha cosa con el duque y que haría más conmigo que sin , se me envió á San Marcos á hacer penitencia; y como el duque de Osuna no ha cesado de reclamar en estos dos años á su pobre secretario, y como, por otra parte, vos os encontráis con que á pesar de los buenos oficios de don Rodrigo no veis claro en qué consisten tantos reveses y tantas desdichas como sufre España, os habéis dicho: saquemos del encierro á aquel espíritu rebelde, veamos si podemos mudarle á nuestro provecho, y si sus antiparras son más claras que los ojos de don Rodrigo.

Antes de anoche... madre mía... herí malamente á don Rodrigo Calderón. ¡! Y me ayudó don Francisco. ¡Cómo! ¡dos hombres contra uno! No; no, señora; dos contra dos. ¡Ah! No podía ser de otro modo... la verdad del caso es que don Francisco y yo estamos amenazados. ¡Amenazado ! Sabe Dios de qué, porque sabe Dios si morirá don Rodrigo. Pero, ¿por qué le heriste? Por miserable. ¡Por miserable!

Creía tener comprimida á la familia real, y, sin embargo, el rey y la reina se le escapaban, como quien dice, por los poros. Creía saberlo todo, y, sin embargo, ignoraba que existiesen aquellas comunicaciones secretas de que hablaba la carta. Se creía seguro del afecto, de la fidelidad de don Rodrigo Calderón, y la duquesa le daba respecto á él una voz de alerta.

Cariñoso y solícito con don Rodrigo... por el duque no hay que temer; es ciego. Sin embargo, ha enviado á don Baltasar de Zúñiga de embajador á Inglaterra, ha sacado del cuarto del príncipe al duque de Uceda, y su excelencia está dado á los diablos con su padre. Creo que hay un diablo familiar que le aconseja. ¿Eso te dijo el duque? Vaya, y que hacía mucho tiempo que no podía olvidar mis ojos.

Aquí debe de haber algo... y algo grave dijo el tío Manolillo , en lo que acaso yo no tenga poca parte. Explicáos por Dios, hermano. Explícome, y para explicarme pregunto: ¿dónde ha visto á don Juan Girón?... Juan Montiño, hermano, Juan Montiño. Bien, ¿dónde ha visto Juan Montiño á doña Clara? En la calle. ¡En la calle! Amparóse de él al verse perseguida por don Rodrigo Calderón.

Palabra del Dia

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