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Actualizado: 27 de junio de 2025


Sólo así puede producir la pintura la sensación profunda de la música; sólo así, las líneas esculturales, ondeando en la gradación inimitable de las formas humanas, en el esbozo de un cuello de mujer, en las curvas purísimas, y entre los griegos castas, del seno; en los hombros contorneados de una virgen de mármol o en el vigor armónico de un efebo; sólo así, da la piedra el placer del ritmo y la melodía.

Algunos niños, agarrados de la mano, daban vueltas siguiendo el ritmo de la música. De pronto, un grito compuesto de numerosas exclamaciones, un alarido igual a los que debieron surgir de las proas de las primera carabelas: ¡Allí... allí! ¡Ya se ve!

Vinculando exclusivamente a esa alta y aristocrática idea del reposo su concepción de la dignidad de la vida, el espíritu clásico encuentra su corrección y su complemento en nuestra moderna creencia en la dignidad del trabajo útil; y entrambas atenciones del alma pueden componer, en la existencia individual, un ritmo, sobre cuyo mantenimiento necesario nunca será inoportuno insistir.

El busto endeble erguíase con una arrogancia natural dentro del mantón; sus pobres faldas de verano se movían con cierto ritmo majestuoso, sin tocar el barro, en torno de los pies pequeños, cuidadosamente calzados, que revelaban ser la parte más atendida de su persona. ¡Viva lo bueno! gritó el borracho poniéndose en jarras . ¡Ahí va la gloria del barrio!...

Bailaba con la ingenuidad, con el desinterés, con la casta desenvoltura que distingue a las mujeres cuando saben que no las ve varón alguno, ni hay quien pueda interpretar malignamente sus pasos y movimientos. Ninguna valla de pudor verdadero o falso se oponía a que se balancease su cuerpo siguiendo el ritmo de la danza, dibujando una línea serpentina desde el talón hasta el cuello.

El ritmo sonoro y metálico de las ruedas parecía decirle también con acento más implacable: ¡solo!, ¡solo! Paseaba su mirada triste por los senos profundos del horizonte y éste le devolvía, en trémulos y fatídicos reflejos, que apenas conseguían rasgar la malla de sombras, tristeza por tristeza.

Lope, niño eterno, abandónase a los desenfrenados impulsos de su temperamento lo mismo viviendo que escribiendo. Idéntico ritmo alocado palpita en los hechos de su vida y en las estrofas perennemente fragantes de sus versos; jamás le abandonó la divina embriaguez de la adolescencia.

Cuando juraba ser fiel con los más solemnes juramentos, poniendo por testigos el amor y la vida, nunca estaba seguro de decir verdad. Sentía la sospecha de que al día siguiente una blancura entrevista, un revoloteo de faldas, lo armonioso de una línea, el ritmo de un paso, la simple novedad de lo ignorado, podían hacerle correr fuera de su camino lo mismo que una bestia en celo.

La música, apelotonada en un extremo del comedor, había cambiado de ritmo, y las parejas, así como iban entrando, giraban enlazadas siguiendo las caricias de un vals. Instintivamente se recogió Maud la cola del vestido, apoyó Ojeda un brazo en su talle, y experimentaron cierta sorpresa al verse entre los danzarines demasiado numerosos, que chocaban con rudos encuentros de codos y de grupas.

No conservo el recuerdo de las palabras, ni del asunto, ni del sentido de las frases; tan sólo que aquella singular exhalación salió de primero como simple ritmo, después con palabras rimadas, y que aquella medida interior se tradujo de repente no solamente por la simetría de las sílabas sino por la repetición doble o múltiple de algunas de ellas, sordas o sonoras, correspondiéndose y haciendo las unas eco a las otras.

Palabra del Dia

irrascible

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