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Actualizado: 20 de julio de 2025


Y una tarde empezó á recibir la admiración del mundo, moviendo sus acharolados pies con altos tacones, su talle encorsetado por el ceñido chaquet, su cabeza de brillante laca con el pelo rígido y echado atrás, bajo las lámparas eléctricas de un hotel de los Campos Elíseos.

La marquesa y el sacerdote seguían cuchicheando vivamente allá en un rincón, ella cada vez más humilde e insinuante, sentada sobre el borde de la butaca, inclinando su cuerpo para meterle la voz por el oído; él más grave y más rígido por momentos, cerrando a grandes intervalos los ojos como si se hallase en el confesionario.

Frente a la granja, a unos cinco pasos, en un talud, se veía al cosaco muerto por Kasper el día anterior; estaba blanco por la escarcha y rígido como si fuese de piedra. Dentro, el fuego de la estufa, que se había encendido, calentaba el ambiente.

Al aproximarse á la línea ecuatorial, la brisa iba cayendo y la atmósfera se hacía sofocante. Era la zona de las calmas, el Océano de aceite obscuro, en el que permanecen los buques semanas enteras con el velamen rígido, sin que lo haga estremecer un suspiro atmosférico.

Los Padres de la Compañía más famosos, presidían las asociaciones obreras organizadas por ellos para contener la impiedad creciente del pueblo. Desfilaban en grupos, con mirada de reto, abombando el pecho para que se viera bien el distintivo de la Virgen, con una mano oculta en los bolsillos, marcándose en la tela el rígido contorno de las armas de fuego.

En vano yo replicaba a mi conciencia, recordándole la decrepitud del Mandarín y su gota incurable. Fecunda en argumentos, gustosa de controversia, ella me refutaba con furor: Aun cuando en su más pequeña actividad, la vida es un bien supremo; ¡porque el encanto de ella reside en su principio mismo y no en sus manifestaciones! Yo me revolvía contra este pedantismo retórico de rígido pedagogo.

Mi madre me inculcó la idea de que mi posición me obligaba a ser más rígido que los demás. Yo, en el fondo, era un muchacho atolondrado, de buen corazón, aunque un tanto violento. Muy joven comencé a navegar, y en el barco tuve que ir olvidando cuantas enseñanzas me dio mi madre. Mi vida, en los primeros años de navegación, fué muy intensa.

Nuestro amigo soñó lo que sigue: Más de dos mil seiscientos años ha, era yo en Susa un sátrapa muy querido del gran Rey Arteo, y el más rígido, grave y moral de todos los sátrapas. El santo varón Parsondes había sido mi maestro, y me había comunicado todo lo comunicable de la ciencia y de la virtud del primer Zoroastro.

Y empezó á marchar á grandes zancadas, procurando mantener rígido su cuello; pero esto no libró á la joven de un vaivén igual al de un navío en un mar tormentoso. Agarrada á dos mechones de cabellos y contrayendo sus brazos, se defendió de este rudo movimiento, á la vez que seguía con mirada atenta la marcha de su gigantesco portador. Muy bien, gentleman.

Había caído en prolongado estado comatoso, y rígido, yerto, se acercaba al día siempre seguro y sin mudanza de la eternidad. Moría sin fatiga ni dolor, como en un dulce descanso de aquella enfermedad misteriosa y horrible que había sido toda ella un estertor violento y una fatal agonía.

Palabra del Dia

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