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Actualizado: 5 de junio de 2025
La reyna, á quien informáron de su arribo, vacilaba agitada de temor y esperanza; y llena de desasosiego no podia entender porque venia Zadig desarmado, ó como llevaba Itobad las armas blancas. Alzóse un confuso murmullo así que columbráron á Zadig: todos estaban pasmados y llenos de alborozo de verle; pero solamente los caballeros que habian peleado tenian derecho á presentarse en la asamblea.
No tenia la manía de querer entender mas que los pentos en las artes, los quales los remuneraba con dádivas y condecoraciones, sin envidiar en secreto su habilidad. Por la noche divertia mucho al rey, y mas á la reyna. Decia el rey: ¡Qué gran ministro! y la reyna: ¡Qué amable ministro! y ambos añadian: Lástima fuera que le hubieran ahorcado.
Ibanme persiguiendo por las señas que de mi persona les habian dado; y se encontráron á la raya de Egipto con otra de mi estatura misma, y que acaso era mas hermosa. Estaba bañada en llanto, y andaba desatentada, de suerte que no dudáron de que era la reyna de Babilonia, y la conduxéron á Moabdar.
Hacia regalos á Zadig, en que tenia mas parte el amor de lo que ella se pensaba; y muchas veces, quando se figuraba que le hablaba como reyna, satisfecha se expresaba como muger enamorada. Muy mas hermosa era Astarte que la Semira que tanta ojeriza tenia con los tuertos, y que la otra que habia querido cortar á su esposo las narices.
Parece quese decian uno á otro: Nos adoramos, y tememos amarnos; ámbos ardemos en un fuego que condenamos. De la conversacion de la reyna salia Zadig fuera de sí, desatentado, y como abrumado con una caiga con la qual no podia.
Decia un dia el gran filósofo Citofilo á una dama desconsolada, y que tenia sobrado motivo para estarlo: Señora, la reyna de Inglaterra, hija del gran Henrique quarto, no fué ménos desgraciada que vos: la echáron de su reyno; se vió á pique de perecer en el océano en un naufragio, y presenció la muerte del rey su esposo en un patíbulo.
No conoces tu desdicha, Aunque estas bien dentro della, Puesto que el no conocella Lo puedes tener por dicha. Lo que te ruego, alma mia, Pues ya el verte se me impide, Es que nunca se te olvide Rezar el Ave Maria. Que esta Reyna de bondad, De virtud y gracia llena, Ha de librar tu cadena, Y ponerte en libertad.
¿Porqué os rendis á vuestra desgracia? dixo Zadig al pescador. Porque no veo remedio á ella, le respondió. He sido el vecino mas pudiente de la aldea de Derlback, cerca de Babilonia, y con ayuda de mi muger hacia los mejores requesones del imperio, que gustaban infinito á la reyna Astarte y al célebre ministro Zadig.
Al fin despues de haber lamentado la deplorable estrella de la mas amable de las mugeres, y la primera reyna del mundo, reflexîonando un instante en su propia suerte, dixo: ¡Válame Dios; y lo que es la vida humana! ¡O virtud, para que me has valido! Indignamente me han engañado dos mugeres; y la tercera, que no es culpada, y es mas hermosa que las otras, va á morir.
Ahorcados seais deshonradamente por mandado de la Reyna, como lo fué Aman por mandado de Ester, y el sueño que Aman soñó: y todo lo dicho os venga, si vosotros no os viniéredes de esse Reino: y seais todos malditos como digo, siendo y quedando mi casa y la gente de ella libre á paz, y á salvo de todas las cosas, mas con los buenos logros en estas tierras largas, y de promission, que por acá hay, y que vosotros no sois para gozarlas, ni mereceis ver.»
Palabra del Dia
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