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Tenía toda la belleza que es compatible con la dignidad del hombre, y a tales perfecciones se añadían un aire de franqueza, una agraciada despreocupación, o se quiere más claro, una languidez moral muy simpática a ciertas personas, una cháchara frívola, pero llena de seducciones, y por último, maneras distinguidísimas, humor festivo, vestir correcto y con marcado sello personal, y todo lo que corresponde a un tipo de galán del siglo XIX, que es un siglo muy particular en este ramo de los galanes.

Toda la fuerza de su vida se había concentrado en la cabeza, enorme, de nobles líneas, sonrosada en la cúspide, entre los blancos mechones echados atrás. Su cara pálida tenía esa transparencia de cera de una vejez sana y vigorosa, a la que añadían nueva majestad las barbas plateadas, brillantes, luminosas como las que el arte da siempre al Todopoderoso.

Inútiles fueron los esfuerzos denodados de éstos por llegar hasta la altura; la estrechez y la pendiente del camino y los obstáculos que añadían á su paso los cuerpos de hombres y caballos hacinados y revolcándose en sangrientos montones sólo les permitían avanzar lentamente, haciéndolos fácil blanco de las flechas enemigas, y muy pronto se oyó el toque de retirada.

Personas prudentísimas añadían entre guiños y palabras entrecortadas que la Eminencia Negra aconsejaba al General se valiese de los chinos para deprimir la tenaz dignidad de los naturales. Para tener sumiso á un pueblo, había dicho, no hay como humillarlo y rebajarlo á sus propios ojos. Pronto se había presentado una ocasion.

¡Vítol el pare San Bernat! gritaban a la vez un sinnúmero de voces roncas. ¡Vítol les chermanetes! añadían otros corrigiendo la falta de galantería de los más entusiastas. Porque las hermanitas, las santas mártires Gracia y María, también figuraban en la procesión. San Bernardo no iba solo a ninguna parte.

Una nueva y aun más ruidosa carcajada de los oficiales saludó esta original revelación del estrambótico enamorado de la dama de piedra. Nada, nada; es preciso que la veamos, decían los unos. , , es preciso saber si el objeto corresponde á tan alta pasión, añadían los otros. ¿Cuándo nos reuniremos á echar un trago en la iglesia en que os alojáis? exclamaron los demás.

Añadian que en adelante no pagarian tributos, diezmos, ni primicias; á todo condescendian el cura, los prelados y los vocales del Cabildo, llenos de temor, viéndose en medio de 15,000 indios, todos armados de palos, piedras y hondas.

Vestía una blusa gris adornada de trencillas negras, calzones obscuros y raídos, con grueso refuerzo de paño en la entrepierna, y unas polainas de cuero resquebrajado por el sol, la lluvia y el lodo. Bajo la blusa, el vientre parecía hinchado por los aditamentos de una gruesa faja y una canana de cartuchos, a la que se añadían los volúmenes de un revólver y un cuchillo atravesados en el cinto.

Añadían ambas que Antoñuelo era travieso y muy tronera, que daba a su padre grandes desazones, que de él podían temerse mayores males aún y que a Juanita ni remotamente le convenía para novio; pero ella no acertaba a prescindir del cariño fraternal que le tenía, ni a prohibirle que viniese a verla, ni a dejar de darle buenos consejos y amonestaciones, los cuales eran el asunto de los cuchicheos.

Añadían que Manín había sido siempre un zampatortas hasta que D. Pedro había tenido el capricho de sacarle de la oscuridad. La imparcialidad nos obliga a estampar esta opinión, que desde luego suponemos infundada.