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»Pusieron al cuerpo el interior humilde atavío de difunto, y después le vistieron como si estuviera vivo, como se acostumbra a hacer con los Caballeros de Órdenes Militares: puesto el manto capitular con la roxa insignia en el pecho, el sombrero, espada, botas y espuelas; y de esta forma estuvo aquella noche puesto encima de su misma cama en una sala enlutada; y a los lados algunos blandones con hachas, y otras luces en el altar donde estaba un Santo Cristo, hasta el sabado, que mudaron el cuerpo a un ataúd, aforrado en terciopelo liso negro, tachonado y guarnecido con pasamanos de oro, y encima una Cruz de la misma guarnición, la clavazon, y cantoneras doradas y con dos llaves: hasta que llegando la noche, y dando a todos luto sus tinieblas, le conduxeron a su último descanso, en la Parroquia de San Juan Bautista, donde le recibieron los Caballeros Ayudas de Cámara de su Magestad, y le llevaron hasta el túmulo que estaba prevenido en medio de la capilla mayor; encima de la tumba fue colocado el cuerpo: a los dos lados había doce blandones de plata con hachas, y mucho número de luces.

Al apearse Candido y Cacambo del coche, fuéron recibidos por veinte hermosas doncellas de la guardia real, que los lleváron al baño, y los vistiéron de un ropage de plumion de colibrí; luego los principales oficiales y oficialas de palacio los conduxéron al aposento de Su Magestad, entre dos filas de mil músicos cada una, como era estilo.

Luego que pudiéron andar mis compañeras, las conduxéron á Moscou, y yo cupe en suerte á un boyardo que me hizo su hortelana, y me daba veinte zurriagazos cada dia.

D. Fran.co Rodriguez Cosio y Barreda, de lo referido, mandó dicho Señor saliessen de dichas Casas de la Inq.n gran número de familiares y ministros deste S.to Offitodos a Cauallo lleuando sus cruces pendientes en el pecho y en sus capas bordadas, precediendo clarines y atabales, rematando dicho paseio D. Manuel Ximenez de Sotomayor, Secretario deste Secreto, muy de gala y su cauallo ricamente encajesado, á la derecha de Domingo Ferragut, Teniente de Alguacil mayor deste S.to Off.º; y se conduxeron en los lugares acostumbrados, en los quales se publicó e hizo notorio el Pueblo el dia que se celebraría el dicho Auto General de Fée, y luego se despachó por todos los lugares deste Reyno para el dicho effecto.

Ibanme persiguiendo por las señas que de mi persona les habian dado; y se encontráron á la raya de Egipto con otra de mi estatura misma, y que acaso era mas hermosa. Estaba bañada en llanto, y andaba desatentada, de suerte que no dudáron de que era la reyna de Babilonia, y la conduxéron á Moabdar.

Desatáron pues los Orejones á los dos presos, les hiciéron mil agasajos, les diéron víveres, y los conduxéron hasta los confines de su estado, gritando muy alegres: No es jesuita, no es jesuita. No se hartaba Candido de pasmarse del motivo porque le habían puesto en libertad. ¡Qué pueblo, decia, qué gente, qué costumbres!