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Actualizado: 17 de junio de 2025
Las riquezas eran recientes; las habían visto formarse los mismos que sufrían su servidumbre. El bracero que en su país miraba con tradicional respeto á los que eran dueños de la tierra por el nacimiento y la herencia, se revolvía aquí con audacia revolucionaria contra el compañero enriquecido.
Hasta aquí he hablado de la historia de la piedra. Ahora tengo que decir dos palabras acerca de la historia del libro. Ahí, en medio de esa sala del trono, el pueblo de Paris, puesto de rodillas, saludó á Enrique IV y á Luis XIV. Ahí, en medio de esa sala del trono, en donde Paris arrodillado saludó á Enrique IV y á Luis XIV, se instaló la Comision revolucionaria del memorable 10 de Agosto.
No había entusiasmo ni embriaguez revolucionaria, ni amenazas. La República entraba para cubrir la vacante del Trono, como por disposición testamentaria. No la acompañaron las brutalidades, pero tampoco las victorias. Diríase que había venido de la botica tras la receta del médico. Se le aceptaba como un brebaje de ignorado sabor, del cual no se espera ni salud ni muerte.
Todos en Europa despertamos á una nueva vida gracias á estos cruzados de la libertad... Los pueblos evocan imágenes en mi pensamiento. Si recuerdo á Grecia, veo las columnatas del Parthenón; Roma señora del mundo es el Coliseo y el Arco de Trajano; la Francia revolucionaria es el Arco de Triunfo. Era algo más, según el ruso.
Decían que había matado a Demetria, su segunda mujer, y cometido otros nefandos crímenes, violencias y atropellos. Todo era falso. Hay que declarar que parte de su mala reputación la debía a sus fanfarronadas y a toda aquella humareda revolucionaria que tenía en la cabeza.
Y antes que todo, había que probar que en realidad el Príncipe hubiera vuelto a amarla. ¿Qué había hecho en los últimos tiempos? Era necesario creer que tuviese en algún lugar secreto los documentos relativos a su acción revolucionaria, pues en su domicilio de Zurich se habían hallado muy pocos, aunque estos mismos no dejaban de tener importancia.
Por eso desprecia la más eminente posición universitaria de nuestro país, prefiriendo vivir con un hombre amado, en cariñosa servidumbre, adivinando sus deseos para cumplirlos y dejándose despojar de los derechos de superioridad que le confirió, por ser mujer, nuestra victoria revolucionaria.
De manera que mirábamos, casi simultáneamente, el monumento triunfal levantado á la Francia revolucionaria y conquistadora, el monumento del Egipto usurpado, y el monumento de la segunda Francia imperial: un triunfo, una usurpacion y un misterio: el arco, el obelisco y las Tullerías.
Maltrana cerraba sus libros sin un gesto de disgusto, pasando de un salto de la filosofía revolucionaria, que devoraba con ansias de neófito, a la devoción fetichista y estrecha de la pobre vieja, crédula para todos los milagros y más aficionada a los santos que a Dios.
Eran ladrones, mestizos incorregibles que hurtaban gallinas, hortalizas y otras cosas igualmente preciosas á pesar de los decretos del general. Y Martínez, que era enemigo inexorable del robo, les aplicaba sin compasión la pena decretada por su dictadura revolucionaria. Guadalupe casi tenía una corte.
Palabra del Dia
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