Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 20 de junio de 2025


El señor Kisseler revoloteaba y mosconeaba alrededor de nosotros como un gran saltamontes aturdido, y don Gerardo Lautrec iba a mi lado, explicándome como poeta, las bellezas del claro-obscuro, mientras se levantaba en el horizonte una fina luna nueva. Este señor Lautrec es una persona muy agradable, alto, esbelto y rubio.

Me creía Venus, me creía Helena pasando ante «el banco de los viejos». Y para entregarme sin escrúpulo á mis expansiones de madre, recordaba á mis ídolos. También Helena había tenido hijos, y los hombres continuaban matándose por ella. Venus no había escapado á la maternidad, y los dioses y los mortales seguían adorándola, á pesar de que un retoño suyo revoloteaba por el mundo.

Un palomo blanco revoloteaba a lo lejos en estos cuadros azules. Rafael sintió un desmayo de la voluntad, una invasión de entorpecedora pereza.

Así es que, cuando colocó su estrecha bota en la rueda para apearse, ni siquiera echó una mirada hacia la portezuela donde revoloteaba un velo verde; sino que haraganeó de arriba abajo con aquella indiferencia negligente y de buen tono, que es acaso la característica de los de su clase.

Y como dijo el alegre padre Loriot, «era ya tiempo»; porque alrededor de mi cuerpo inmóvil revoloteaba un negro semicírculo de esos enormes cuervos de Tartaria, contemplándome con gula.

Matildita revoloteaba como un jilguero asustado; los criados iban y venían con botellitas y frascos entre las manos. Pregunté lo que pasaba, y me enteraron de que la señora de Torres se había puesto enferma repentinamente; un ataque al corazón, decían. ¡Estaba tan gruesa! Fui a su habitación y me dijeron que estaba dentro el médico.

La iglesia, que apartándose del trato de las gentes se elevaba a corta distancia del camino, estaba cerrada, y en torno de la cruz que servía de coronamiento a su veleta revoloteaba una bandada de pájaros. En el camino, húmedo y barroso por la lluvia tenaz que cayera dos días antes, se veían innumerables huellas de herraduras y de pesadas llantas.

Podría decirse, si la mitología clásica no hubiera pasado de moda, que un enjambre de cupidillos menores revoloteaba, cerniéndose sobre la mesa, disparaba flechas sutiles e invisibles y desasosegaba y punzaba con ellas a los galanes y a las damas. No por eso se alteraba la paz. Todos se arreglaban, acoplaban y componían. Nadie se sentía desairado ni se mostraba descontento.

Otra vez el oficial encargado de guiarles se puso á la cabeza de la fila y empezaron á desandar el camino tortuoso y resbaladizo. El señor Desnoyers marchaba con la cabeza baja, colérico por esta intervención del enemigo que había cortado su dicha. Ante sus ojos revoloteaba la mirada de Julio, su barba negra y rizosa, que era para él la mayor novedad del viaje.

Al pronto creyó que eran perros; pero no, eran lobos, y marchaban lentamente detrás de Yégof, el cual no los veía, al parecer. Revoloteaba el cuervo, pasando de la luz a la sombra que arrojaban las rocas, y después volvía; los lobos, con los ojos brillantes y los hocicos levantados, olfateaban, y el loco alzaba su cetro.

Palabra del Dia

metropolitanos

Otros Mirando