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Actualizado: 15 de noviembre de 2025
Más energía, y cuidado con molestarle de nuevo por tales insignificancias, pues entonces quien iría a la calle sería el Vara de plata. Don Antolín sintióse más animoso después de esta entrevista, aunque juró mentalmente no visitar otra vez al temible prelado. Estaba resuelto a imponer su autoridad castigando al más débil, que era para él el origen de tales escándalos.
Entonces sí saltó de furor y gritó de desesperación... De este modo me apoderé de él. ¿Qué han resuelto ustedes? El plan más sencillo es siempre el mejor. Mañana le llevaré una blusa, un pantalón y una boina de marinero.
En medio de tantas dificultades no es de maravillar que hayan sido tantos los dictámenes que tengo noticia ha habido y hay sobre el gobierno de estos pueblos, y que nada se haya resuelto por la Superioridad hasta ahora.
Sí, sí, ya iba, ya iba; estaba resuelto, era claro, había que matar, ¿quién lo dudaba? pero antes... antes quería meditar, necesitaba calcular... sí, las consecuencias del delito... porque al fin era delito...». «Ellos eran unos infames, habían engañado al esposo, al amigo... pero él iba a ser un asesino, digno de disculpa, todo lo que se quiera, pero asesino». Se sentó en un banco de piedra.
Pocos momentos después se enredaba una agitadísima discusión entre aquella familia, hasta entonces modelo de paz y de armonía. Don Simón estaba resuelto a que Arturo no volviera a poner los pies allí.
Se estrecharon ceremoniosamente. Subiendo a la silla de manos don Alonso, dirigiose a su morada, resuelto a favorecer la alianza de su hija Beatriz con aquel mancebo en cuya frente altanera había creído leer el horóscopo de los grandes honores. La escena de la terraza y el reciente discurso del padre de Beatriz desgarraron para Ramiro el hechizo amoroso en que estaba viviendo.
Pero si no era así, si su vocación no se revelaba de modo patente, estaba resuelto a tomar otra senda. Un cuantioso patrimonio, pensaba, iba a caer bien pronto en sus manos. El corto plazo que le restaba dedicole especialmente a Beatriz. Rondaba en torno de su casa por la mañana y por la tarde.
Yo no acepto la adopción de usted. Ya te he dicho que estoy resuelto a no casarme jamás. Aunque soy joven, mi corazón está ya gastado; es muy viejo. Nada espera, nada desea. ¡Oh! ¡no me diga usted eso! ¡no quiero creerlo! ¡una vida así debe ser horrible! ¡Horrible, sí! ¡muy horrible! por lo mismo es necesario que un deber me ligue al mundo; a la vida: representa tú ese deber.
¿Llevamos cinco, verdad? preguntó Leocadia. Sí: mañana toca el sexto. Entráronse en seguida ellas, cada cual en su cuarto, y Tirso se quedó leyendo en el breviario. Pepe aguardó a que se recogieran las mujeres y luego volvió al comedor, resuelto a tener una explicación con su hermano.
Se llamaban: La Biznaga, El Hinojal y La Macuca. No era prudente titular con títulos tan feos. Habían resuelto, pues, que titularían sobre un cortijo de Rosita llamado Camarena; y ya soñaban con ser Marqueses de Camarena, conformándose por lo pronto con el condado de San Teódulo, mártir tebano y andaluz a la vez, lo cual, entendido como aquí debe entenderse, no implica contradicción.
Palabra del Dia
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