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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Se acababa la separación, se acababan los celos estúpidos a un miserable que no había de resucitar y al que ella no había querido; se acababa el rencor por una desgracia de la que no tenía culpa alguna. Huirían de allí. Despreciaba a aquella tierra tan profundamente, que no quería ni hacerla daño. Abandonarla era lo mejor; poner entre ella y ellos muchas leguas de tierra, muchas leguas de agua.

Si los braceros pedían que les diesen de comer como a seres humanos, que les dejasen fumar un cigarro más en las horas veraniegas de sol abrasador, que les aumentasen los dos reales en unos cuantos céntimos, todos gritaban desde arriba recordando La Mano Negra, afirmando que iba a resucitar.

Pero el muerto estaba en su propiedad, no podía resucitar para deshacer sus disposiciones testamentarias, perturbadas por el engrandecimiento inaudito del antiguo Mónaco, y no había poder humano que echase abajo su última morada. Miguel había visto muchas veces desde el puerto, sobre las alturas del barranco, este panteón que iba á servirle ahora para encontrar á Spadoni.

Podía representar para ella un deleite cruel el conocimiento de la abyección de la otra. Luego, Robledo se arrepintió de tal suposición. A Celinda, en plena felicidad, le repugnaba seguramente la venganza, y sólo le proporcionarían sus noticias la molestia de un mal recuerdo. «¿Para qué resucitar el pasado?... ¡Que la vida continúe

Muy interesante lo que usted dice, amiga mía, pero los hombres verdaderamente enérgicos no gustan de resucitar falsas primaveras, por las complicaciones que esto trae. Continuaron hablando. Ella quiso recordar otra vez su pasado.

Hoy esa tierra ingrata los sacrosantos vínculos desata, y con los ojos en el lucro fijos logra que torpes hijos hagan pedazos tu amoroso seno. ¡Oh, si Colón resucitar pudiera, de su obra quizá se arrepintiera, y con dolor profundo aquel soñado y misterioso mundo en los abismos de la mar hundiera. ................................... Al dolor inclemente no te abatas ¡oh Patria! alza la frente.

Mesía, dejando detrás de a su amigo, ocupó el medio del balcón, arrogante y desafiando las miradas de los clérigos que pasaban debajo de él. Los tambores vibraban fúnebres, tristes, empeñados en resucitar un dolor muerto hacía diez y nueve siglos; a don Víctor le sonaba aquello a himno de muerte; se le figuraba ya que llevaban a su mujer al patíbulo.

Los historiadores extranjeros le mostraban la triste suerte de España, estacionada en el período crítico de su desarrollo, cuando salía joven y vigorosa del fecundo período de la Edad Media, por el fanatismo de sacerdotes e inquisidores y la demencia de unos reyes que, faltos de medios, quisieron resucitar la monarquía de los Césares, agotando al país en esta empresa de locos.

Al fin se trataba de una beata que ayunaría y comería de vigilia. Mal negocio. La Pascua florida ofrecía la mejor ocasión. El mundo, después de resucitar Nuestro Señor Jesucristo, parece más alegre, más lícitos sus placeres; la primavera, ya adelantada, ayuda... las fiestas, a que él haría que don Víctor llevase a su mujer, serían aguijones del deseo. «¡Oh!... , en la Pascua nos veríamos».

Los escarpines, primero son pañizuelos, habiendo sido toallas, y antes camisas, hijas de sábanas; y después de todo, los aprovechamos para papel, y en el papel escribimos, y después hacemos dél polvos para resucitar los zapatos, que de incurables, los he visto hacer revivir con semejantes medicamentos.

Palabra del Dia

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