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Actualizado: 20 de junio de 2025
¡Antonio!... ¡Antonio! Se inclinaban sobre él para hablarle al oído, como si durmiese; pero Antonio no escuchaba. Uno de sus ojos permanecía oculto en la tierra del paseo; una piedrecita había saltado sobre los párpados del otro. Todo un lado de su uniforme estaba blanco de polvo. El feroz ronquido era lo único que respondía á los cariñosos llamamientos.
¿Tienes frío? preguntaba Germán. Y Ana respondía, con los ojos muy abiertos, fijos en la luna que corría, detrás de las nubes: ¡No! ¿Tienes miedo? ¡Ca! Somos marido y mujer decía él. ¡Yo soy una mamá! Y oía debajo de su cabeza un rumor dulce que la arrullaba como para adormecerla; era el rumor de la corriente.
Á todo respondía con palabras descompuestas y furiosas, agitado por un frenesí de cólera que no le permitía ni ver claro ni hablar con coherencia. Por último, se despidió, dejando á su primo inquieto y melancólico, y emprendió la vuelta de Entralgo en un estado de exaltación que no predecía nada bueno.
Pero M. Bernier le respondía de vez en cuando, con imperturbable calma: Permitidme que os corte un trozo de piel del brazo, y os reconstruiré la nariz. M. L'Ambert pareció decidirse un instante.
Porque no me da la gana..., hala... respondía Mariano saliendo de su somnolencia intelectual por la virtud de un pellizco. Pues ve a que te mantenga el obispo. No necesito que usted me mantenga. Tengo de acá. ¡Anda, anda, chaval desorejado!... ¡Y con qué tipos te ajuntarás tú para allegar eso! ¿Qué diabluras haces? ¿En qué te ocupas por las noches? ¿Qué llevas aquí debajo de la blusa? El copón.
No marearíais siempre con toda la tela, ¿eh? ¿A que habéis arrizado a la salida de Liverpool? ¡Conozco, conozco el paño! Respondía Gonzalo con distracción a las preguntas, que, por otra parte, entendía a duras penas. Iba cabizbajo y melancólico. Observándolo al fin su tío, se paró en firme y dijo: ¿Qué tienes, Gonzalito? Parece que estás triste. ¿Yo? ¡Ca! No, señor. Juraría que sí.
Pero si no tengo semejante intención, hija mía respondía la buena señora despertándose un instante de su sopor; ciertamente este país no me gusta gran cosa; es frío y feo; pero una madre debe sacrificarse siempre por su hija, y me resigno sin quejarme.
Entretanto, el buho solitario de la playa vecina respondía con su canto lúgubre al bramido lejano del jaguar errando entre las asperezas de la selva. Las riberas del gran rio. «Puerto-nacional». La aldea de Regidor. Una danza de zambos. La semi-barbarie de la raza africana. Los desiertos. Las huertos de «Margarita». Mompos. La confluencia del Canoa. Calamar.
«Pase usted por aquí dijo Refugio a la señora de Bringas indicándole la puerta del gabinete . Celestina, ayúdame a desocupar estos sillones». La que respondía al nombre de Celestina debla de ser criada. Así lo pensó nuestra amiga en los primeros momentos, mas luego hubo de rectificar este juicio.
Otra vez eran dos fracciones políticas que, bramando de ira, se levantaban en masa, la una contra la otra. ¡Facciosos! gritaba la de la derecha. ¡Pancistas! respondía la de la izquierda.
Palabra del Dia
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