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En la vida hay muchos disgustos, es cierto, pero entre unos y otros Dios nos concede algún respiro y si lo aprovechásemos para ser felices, para vivir alegres, acaso las calamidades nos hallaran más fuertes y pudiéramos soportarlas mejor y sabríamos cuando llega la ocasión mostrarnos valerosos como mi hermano, que no ha sido ante su desgracia ni un cobarde ni una fiera

Cuando vio la calle, sus ojos se iluminaron con fulgores de júbilo y gritó: «¡Ay, mi querida calle de mi alma!». Extendió y cerró los brazos, cual si en ellos quisiera apretar amorosamente todo lo que veían sus ojos. Respiró después con fuerza, parose mirando azorada a todos lados, como el toro cuando sale al redondel. Luego, orientándose, tiró muy decidida por el paseo abajo.

Si se había marchado, quería ver siquiera aquella casa en que ella respiró y sentarse en la misma tajuela y hablar con los que siempre había tenido por padres. Comió apresuradamente y salió con disimulo sin decir una palabra. Bajó á Villoria.

Cuando su tía tomó respiro dejándose caer sofocada en la silla próxima a la mesa, Maximiliano rompió a hablar a su vez; pero no era aquello razonar, era como si cogiera su corazón y lo volcara sobre la cama, lo mismo que había volcado la hucha después de cascarla.

14 Porque si absolutamente callares en este tiempo, respiro y liberación tendrán los judíos de otra parte; mas y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino? 15 Y Ester dijo que respondiesen a Mardoqueo: 17 Entonces se fue Mardoqueo, e hizo conforme a todo lo que le mandó Ester.

Podía pasar la noche pensando en la religión, en la virtud en general, por aquel sistema nuevo, y no preocuparse todavía con el cuidado de recibir al Señor dignamente. Era una prórroga; un respiro. Y ya no le parecía impropio dar rienda suelta a su alegría, aquella alegría causada por fuerzas morales puramente y que tal vez era la alborada del día esplendoroso de la virtud.

Jacobo respiró desahogado, como si viera ya con esto finalizado el negocio, y no ocurriéndosele otra cosa que hacer desde aquella hora hasta la del almuerzo, parecióle lo mejor meterse de nuevo en la cama; decididamente era una aberración incomprensible la de aquellas, gentes que se levantan antes de las doce del día.

Currita respiró ya tranquila, viendo cortada por completo, gracias a sus manejos, la larga cola que había profetizado Butrón a su nombramiento de camarera; su consecuencia política quedaba fuera de toda duda, produciendo, entre otros resultados, tres pequeñeces diversas: Una madre desolada. Un alma en el infierno. Y la moda de los guantes distintos.

Cosas de política.... Eso del obispo y el gobernador... lo de las votaciones que corre prisa... en fin... cosas de política. La Regenta no insistió. Se retiró sin acercarse a su marido, que no la buscó tampoco para darle el beso en la frente con que solían despedirse todas las noches. Respiró Quintanar cuando se vio solo. «Aquello había salido bien. No se había descubierto.

El sereno cantó las doce a lo lejos. Poco después cesó el ruido apagado y confuso de voces. El Magistral esperó. No volvió el rumor. «Ya no reñían». La claridad de la vidriera desapareció de repente. El Magistral siguió espiando el silencio. Nada; ni voces ni luz. El sereno volvió a cantar las doce... más lejos. De Pas respiró con fuerza y dijo entre dientes: ¡Ya estará durmiéndola!