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Actualizado: 30 de abril de 2025
Cada vez que resonaba un reloj á lo lejos, el corazón de doña Ana cesaba de latir; cada vez que resonaban pasos en la calleja á donde daba el postigo de su casa, una ansiedad mortal la devoraba. Los pasos se acercaban, llegaban, se alejaban. No era el rey. Al fin, dieron á lo lejos las doce de la noche.
El campo se estremecía voluptuosamente bajo la luz de la luna; y ellos, jóvenes, sintiendo el revoloteo del amor en torno de sus cabellos estremecidos hasta la raíz, ¿qué hacían allí, ciegos ante la hermosura de la noche, sordos al infinito beso que resonaba en torno de sus cabezas? ¡Leonora! ¡Leonora! gemía Rafael.
Pero, la nota del entusiasmo popular no resonaba en parto alguna; el silencio y la falta de animación contrastaban con el alegre espectáculo de las iluminaciones. Hacía aquello el mismo efecto que un salón de baile, adornado y dispuesto para la fiesta, al que faltan los convidados.
Resonaba un lejano estrépito, como si dos flotas enemigas se estuviesen cañoneando detrás de la cortina de bruma del horizonte, aproximándose con ésta. Las láminas de agua mansa, tersas como cristales entre los escollos y la costa, empezaron a temblar con las ondulaciones excéntricas de las gotas de lluvia. A pesar de esto, el solitario no se movió.
Por doquiera resonaba la voz de los mozos de labor estimulando a las yuntas y aquel grito especialmente local, quejumbroso, se prolongaba indefinidamente en la calma absoluta de aquel día gris. De vez en cuando, a través de la atmósfera caía la lluvia fina y caliente, semejante a una cortina de ligera gasa. El mar comenzaba a rugir en los estrechos de las escarpas. Seguimos la costa.
El repique de la campanilla del acólito resonaba claro y argentino en la vetusta capilla vacía. Oíanse fuera gorjeos de pájaros en los árboles del huerto, lejano chirrido de carros que salían al trabajo, rumores campestres gratos, calmantes, bienhechores.
Resonaba en el fondo de la galería un piano destemplado que parecía balbucear, de mala gana, un monótono tema de los ejercicios de Hanon. Esta música sonó, sin embargo, como un concierto celeste en los oídos del niño; desapareció su abatimiento, renació su alegría y echó a correr de nuevo hacia aquella estancia. ¡Lilí!... ¡Paquito!...
El órgano resonaba tan alegremente, que en ese momento modifiqué algo mis ideas acerca de la música. El altar estaba cuajado de flores, deslumbrante de luz, y todos los detalles del arreglo dirigido por el gusto artístico de Blanca, me encantaban los ojos. Mi marido me colocó en el dedo el anillo nupcial con trémula mano, y mordiéndose su lindo bigote para disimular el temblor de sus labios.
Su espalda resonaba como un cofre vacío bajo los golpes. Algunas veces, la desesperación del dolor enardecía a la víctima; el cordero se volvía fiera, y antes de caer al suelo, gimoteando como un niño bajo la superioridad del número, se arrojaba sobre los verdugos, arañándolos, intentando morderles.
Con lo cual ganaba más aún, pues negociaba el género más barato y se ahorraba la comisión de los arrieros. Día y noche la taberna de Entralgo resonaba con cánticos desacordados, disputas y blasfemias y día y noche penetraba en el cajón del mugriento mostrador una cascada de monedas de cobre y plata. Con esto el buen humor proverbial del filósofo se había hecho más alegre si cabe.
Palabra del Dia
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