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Actualizado: 20 de junio de 2025
Las advertencias de Guzmán sobre este caso le parecían muy atendibles. Hablaría con él y se acomodaría a sus dictámenes. Llegada muy pronto esta ocasión, Guzmán insistió en que el mayordomo sempiterno era la mayor sanguijuela que había en casa. ¿Cómo se explican entonces sus resistencias a proporcionarme extraordinarios cuando se los pido?
De las explicaciones de Gabriel deducían la certeza de que eran infelices, teniendo el mismo derecho al bienestar que aquellos privilegiados a los que antes respetaban en su ignorancia. Puesto que les correspondía una parte de la felicidad humana, la querían al momento, sin demoras ni resistencias, con el ardor del que reclama lo que le pertenece.
Sólo faltaba que me la repitiera él, y ya me la había repetido, sin que tampoco al oírla yo brotar de sus labios, trémulos por la pasión, saltaran a mi rostro «las lavas del volcán de mi dignidad ofendida». El mal espíritu me ataba de pies y manos para que fueran inútiles mis instintivas, resistencias.
El tejedor, demasiado abatido para tener más propósito claro que el de conseguir auxilio, a fin de recuperar su dinero, se sometió sin resistencias. Los temores pasajeros de la reunión habían desaparecido, sucediéndoles un vivo sentimiento de curiosidad, y todas las fisonomías estaban hacia Silas, cuando el tabernero, después de volverse a sentar, habló de nuevo.
¡Lo mismo que los otros!... La guerra había que pagarla con los bienes de los vencidos. Era el nuevo sistema alemán; la vuelta saludable á la guerra de los tiempos remotos: tributos impuestos á las ciudades y saqueo aislado de las casas. De este modo se vencían las resistencias del enemigo y la guerra terminaba antes. No debía entristecerse por el despojo.
La despoblación de esta isla está plenamente justificada. Los moros necesitaban un punto de apoyo y refugio en el progresivo desarrollo que hacia el N. del Archipiélago daban contínuamente á sus periódicas excursiones piráticas, y ésto lo encontraron sin tener que vencer grandes resistencias, en las magníficas ensenadas de Mamburao y Paluan, donde se mantuvieron hasta nuestro siglo.
Su madre quería llevar las cosas a sangre y fuego; tenía a pecado imperdonable las blanduras y contemplaciones de su marido. «Cortar, cortar por lo sano, antes que la gangrena lo inficione todo.» Don Santiago la recordaba su obligación de ser clemente con su hijo, sin dejar por eso de ser madre celosa y justa: llevando las resistencias tan a punta de lanza, hasta podía enfermar el pobre chico con la batalla que traía en la cabeza.
Fortunata se estremeció desde el cabello hasta los pies... Su respiración fatigosa indicaba el afán de vencer las resistencias físicas que entorpecían la voz. «No necesita usted hablar le dijo la santa ; basta que manifieste su intención respondiéndome con la cabeza. ¿Perdona usted a Aurora...?». La moribunda movió la cabeza de un modo que podría pasar por afirmativo, pero con poco acento, como si no toda el alma, sino una parte de ella afirmase.
Fue cediendo la puerta lentamente, como si estas palabras fuesen de un poder mágico. La presión exterior, cada vez más enérgica, la ayudó a girar sobre sus goznes, arrollando las últimas resistencias de Mina. Y luego de quedar abierta se cerró de golpe, dejando en absoluta soledad la penumbra del corredor. ¡Pobre Wagner!... ¡Pobre Víctor Hugo!...
Tu época te ha preparado el camino. Y el príncipe, que no necesitaba tales consejos, seguía su marcha de vencedor por un mundo en el que se desvanecían á su paso las virtudes más acreditadas. Hasta las resistencias sinceras acabaron por parecerle útiles malicias para retrasar la caída, aumentando el deseo y su precio.
Palabra del Dia
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