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Actualizado: 10 de junio de 2025
¿Mis alhajas? observó la otra vacilando primero y asegurándose al fin . No son mías. Son de él, de Maxi, que las desempeñó. Se las dejo todas. ¿De modo que no se lleva usted más que su ropa? Nada más. Hasta el portamonedas, con el último dinero que me dio, lo dejo aquí sobre la cómoda. Véalo usted. Cogió la prudente señora el portamonedas que estaba aún bien repleto y se lo guardó. xii
Me véis repleto y obeso al parecer y por ende me creéis bien comido, cuando lo que en realidad me hincha y me mata es una hidropesía incurable. ¡Pobre hombre! murmuró Roger. ¡Mala centella me parta si vuelvo á decir palabra! exclamó el arquero arrepentido. No juréis, dijo el peregrino, y por lo que á mí toca os perdono de corazón.
En suma, no había ya remedio; era menester borrar aquella mancha, pero sin rasgar la tela; era menester dar a Arturito su pasaporte, pero en forma de cucurucho repleto de delicadísimos confites. Llegó por fin el día prefijado por Rafaela para tomar la cruel resolución, inevitable ya según su atormentada conciencia, de decir al pobre Arturito: hasta aquí llegó, no sigamos adelante.
El invierno parecía una desnudez. Y a pesar de todo, ¡qué hermosa era la naturaleza! ¡qué tranquilamente reposaba!... ¡Los hombres, los hombres eran los que habían engendrado los odios, las traiciones, las leyes convencionales que atan a la desgracia el corazón!». La filosofía de Frígilis, aquel pensador agrónomo que despreciaba la sociedad con sus falsos principios, con sus preocupaciones, exageraciones y violencias, se le presentó a Quintanar, a quien el cuerpo repleto le pedía siesta, como la filosofía verdadera, la sabiduría única, eterna. «Vetusta quedaba allá, detrás de montes y montes, ¿qué era comparada con el ancho mundo?
Era, al mismo tiempo, posada y taberna con honores de club, pues allí por la noche se reunían varios vecinos de la calle y algunos campesinos a hablar y a discutir y los domingos a emborracharse. El zaguán negro tenía un mostrador y un armario repleto de vinos y licores; a un lado estaba la taberna, con mesas de pino largas que podían levantarse y sujetarse a la pared, y en el fondo la cocina.
Sulfuróse Villamelón y miró a su mujer y luego a Gorito y después a Reguera con cierta especie de colérica complacencia retratada en el semblante, arrebatado y apoplético por los vapores que le subían del repleto estómago... ¡Le exasperaba a veces aquella sencillez de Curra, que jamás podía comprender la malicia de ciertas cosas!...
Desapareció sin saber cómo don Lope; fuéronse, mientras seguía comiendo todo cuanto le ponían delante el juez municipal susodicho, los dos desiguales de Caórnica y los cinco pudientes del Nansa, aguas arriba y aguas abajo de la casona; acabó, al fin, de comer el que quedaba comiendo, y marchóse igualmente, y bien repleto, a su lugar...
Dimmesdale se volvió á los dignos y venerables magistrados, á los sagrados ministros que eran sus hermanos en el Señor, al pueblo cuya gran alma estaba completamente consternada, aunque llena de simpatía dolorosa, como si supiera que un asunto vital y profundo, que si repleto de culpa también lo estaba de angustia y de arrepentimiento, se iba á poner ahora de manifiesto á la vista de todos.
Y esta fuga había sido á través de la Naturaleza en fiesta, en el más opulento de los meses, cuando la tierra estaba erizada de espigas, cuando el cielo de Agosto era más luminoso y los pájaros saludaban con su regocijo vocinglero la opulencia de la cosecha. Revivía la visión del inmenso crimen en aquel circo repleto de muchedumbres errantes.
Era la historia de José María, «el rey de Sierra Morena». Las enfermizas imaginaciones de estos torpes engendros exaltábanse al leer, en el silencio del encierro, las hazañas del caballeresco bandido, al contemplar en las láminas las arrogantes figuras de los paladines de carretera, con sus grandes patillas, el trabuco debajo del brazo y el cinto repleto de onzas.
Palabra del Dia
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