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Actualizado: 19 de junio de 2025


¡Contrabando! clamó el uno ¡contrabando! clamó el otro; y ¡contrabando! fue repitiéndose de fila en fila.

Desde aquel instante el inteligente Sturm disponíase a cambiar la marcha, y apenas doblaba la esquina partía al galope, repitiéndose los mismos hechos a la vuelta. El instinto de Sturm era admirable. Después del interminable invierno que había pasado Amaury en Alemania, sentíase renacer a nueva vida y era su corazón tan sensible como en la adolescencia.

La parte superior de cada muro, desde su altura média hasta los techos artesonados, de yeso estucado ó de madera, reproduce en lo general, con increible profusion, los mismos adornos floridos ó arabescos que hacen el encanto de la Alhambra, repitiéndose siempre las formas de aquellas exquisitas filigranas de yeso, pero sin perder por eso su gracia de contornos, su finura de líneas sorprendente donde quiera, y su viveza de colorido en combinaciones resplandecientes.

El 6 de noviembre del mismo año se representó La fiera, el rayo y la púrpura, para solemnizar el natalicio del Rey sólo ante los cortesanos, repitiéndose luego para el público desde el 11 al 25. Con motivo de estas representaciones públicas se mencionan los diversos asientos de los espectadores, llamándoseles de esta manera: Aposentos del primero, segundo y tercer suelo. Cazuela. Taburetes.

La idea de unidad, no se la podemos dar mejor que presentándole un objeto. Veamos ahora cómo le daremos la del dos. Mostrémosle dos dedos; despues dos naranjas; despues dos libros; y en cada una de estas operaciones, hágase un signo cualquiera, pero siempre el mismo. Repitiéndose esta operacion muchas veces, el sordo mudo unirá la idea de dos á la del signo, y con la una se le excitará la otra.

Una penumbra lívida y brumosa era el día austral, repitiéndose semanas y semanas sin el menor rayo de claridad, como si el sol se hubiese alejado para siempre de la tierra.

De repente se veían las gentes disparando por las calles, y el ruido de las puertas que se cerraban iba repitiéndose de manzana en manzana, de calle en calle. ¿De qué huían? ¿Por qué se encerraban a la mitad del día? ¡Quién sabe! Alguno había dicho que venían..., que se divisaba un grupo..., que se había oído el tropel lejano de caballos.

Su espléndido pavimento de baldosas de mármol blancas y azules; sus cinco naves atrevidas sostenidas por ochenta y cuatro columnas colosales; sus veintitres capillas cuajadas de oro y ricos ornamentos; sus tres enormes rosetones y setecientas cuarenta y siete ventanas ogivales ó circulares cubiertas de vidrios primorosos de colores pintados al fuego; los mil adornos de las columnas y de las setenta y dos bóvedas de las naves, de una ligereza superior; la magnificencia de las sillerías del coro, cuyos bajos relieves son admirables; el esplendor de los tesoros ó joyas que pertenecen al templo; los ecos profundos de los órganos, repitiéndose en mil senos de piedra; la solemne oscuridad del recinto; los preciosos cuadros de pintura que adornan los sombríos muros; y el hormigueo de la multitud de piadosos y curiosos, circulando como átomos bajo la estupenda mole: todo eso hace de la catedral de Toledo, el juéves santo, un monumento que asombra, impone, embelesa y hace enmudecer....

Los paseítos por la noche para tomar el tranvía del barrio; las excursiones a algún teatro de verano; las tertulias en casa de Samaniego o de Rubín; las garatusas del crítico en la calle; la romántica figura de Olimpia colgada en el balcón como una muestra o insignia que dijera: «aquí se ama por lo fino»; las extravagancias de Ballester; los espasmos de Maxi, todo continuaba repitiéndose de día en día con regularidad de programa.

Mientras la arrastraban, Lita iba repitiéndose la mágica fecha, para que no la olvidase su memoria de pajarito... Todavía al despedirse de Ramón hasta el día siguiente, le recomendó otra vez: ¡No vayas a perder el apunte! Ramón se alzó de hombros ante tanta insistencia, y se volvió a la cocina ligeramente disgustado por la poca atención que mereciera su abanico de papel de colores...

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