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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Mas por poco que sus nervios se excitasen o se viese contrariada en sus pensamientos y deseos, el fondo de altivez, de obstinación y aun crueldad que su alma guardaba, subía a la superficie y agitaba sus ojos azules con relámpagos de feroz sarcasmo o de cólera.
El alma del Padre continuaba siempre para doña Luz clara, diáfana e impenetrable, como la mar profunda que ciñe y abraza las costas andaluzas. El sol atraviesa muchas capas de agua y todo lo llena de claridad; pero, allá en lo más hondo, se pierde y ofusca la mirada, entre iris, reflejos, tornasoles y relámpagos argentinos, y nada se distingue con exactitud y fijeza.
La rápida luz de los relámpagos mostraba instantáneamente, como una visión de ensueño, el mar negruzco con hirvientes espumas, los campos encharcados, que parecían llenos de peces de fuego, los árboles brillantes bajo su capa acuosa.
Gustaba de atravesar las aguas de los torrentes furiosos, o de volar sobre las olas del Oceano iracundo; me encontraba ufano de ejercitar mi fuerza contra los corrientes rapidas; gustaba durante la noche de observar la marcha silenciosa de la luna y el curso brillante de las estrellas; miraba fijamente los relampagos durante las tempestades hasta tanto que mis ojos quedasen deslumbrados, o bien escuchaba la caida de las hojas cuando los vientos del otono venian a despojar los bosques.
Parecía de cristal azulado: una estatua fundida con pasta de espejo de Venecia, que iba á romperse apenas tocase el fondo. Caminaba como un dios de la profundidad, arrancando plantas, persiguiendo con sus manos los relámpagos de bermellón y oro que se ocultaban en las grietas de las peñas. Transcurrían minutos enteros; se iba á quedar para siempre abajo; no subiría.
Cuando hablaban así, como otros dos hermanos del alma, empezaba la noche, retumbaban los truenos lejanos y vibraban en el cielo los relámpagos que a don Fermín le sorprendieron al entrar en Vetusta. Ana y Mesía estaban solos apoyados en el antepecho de la galería del primer piso, en una esquina de aquel corredor de cristales que daba vuelta a toda la casa.
Y dirigiéndose al mozo agregó: Te vas con el señor. Media hora después íbamos, y a buen paso, camino de Villaverde. La noche estaba obscura. Allá en el corazón de la Sierra fulguraba lejana tempestad. Oíanse truenos lejanos, muy lejanos, y de cuando en cuando, a la luz de los relámpagos, descubríamos las cimas de los montes más distantes. El cielo parecía envuelto en una red de rayos.
Este levantó algún tanto más el adorno de las comedias, y mudó el costal de vestidos en cofres y en baúles: sacó la música, que antes cantaba detrás de la manta, al teatro público; quitó las barbas de los farsantes, que hasta entonces ninguno representaba sin barba postiza; y hizo que todos representasen á cureña rasa, si no era los que habían de representar los viejos ú otras figuras que pidiesen mudanza de rostro; inventó tramoyas, nubes, truenos y relámpagos, desafíos y batallas .»
No acostumbro a faltar a la verdad, y tratándose de actos que pueden prestar algún servicio a la causa de Dios sería indigna de llamarme cristiana si renegase de ellos en presencia de nadie. ¿Y qué es lo que usted llama causa de Dios, bella señorita? preguntó el general con aparente calma, mientras por sus ojos pasaban relámpagos de ira.
Otro miserable y además un estúpido que merecía cuanto mal le viniera encima, como él, como Ana lo merecían también, como lo merecía el mundo entero que era un lodazal.... ¡Oh, aquellos relámpagos debían quemar el mundo entero si se quería hacer justicia de una vez!».
Palabra del Dia
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