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Actualizado: 14 de junio de 2025


En asuntos históricos me gustaba mucho defender a los personajes caídos: ya había hecho otro tanto con Felipe II. Mas a uno de los redactores, que ejercía al propio tiempo el cargo espinoso de expedir volantes a los suscritores para el cobro de los recibos, no le agradó esta defensa, y se autorizó el manifestar su opinión contraria.

Gran alboroto en la colmena: replico yo a mi adversario con idénticos argumentos: los redactores se reparten en dos bandos, y se entabla una batalla donde menudean los puñetazos y coscorrones; ruedan las sillas, caen las mesas, quiébranse los vidrios de algunos cuadros, y hasta hubo quien apoderándose de las tijeras de recortar sueltos, formó círculo en torno suyo y esparció el terror entre los contendientes.

Anda algo roío contestaba el señor Manolo ; hay tormenta en la atmósfera metálica: la gente tiene pocas ganas de papel. Cuando vendía un periódico nuevo, decía con énfasis: Hoy he tenido un éxito extramuros. Los redactores debían votarme un mensaje de gracias, a pesar de que no me llamaron para darme voz y voto.

Foja, los Orgaz, Glocester «como particular, no como sacerdote», don Álvaro Mesía, los socios librepensadores que comían de carne solemnemente en Semana Santa, algunos de los que asistían a las cenas secretas del Casino, los redactores del Alerta y otros muchos enemigos del Provisor visitaban de vez en cuando a don Santos; todos compadecían aquella miseria entre protestas de cólera mal comprimida. «Oh el hombre que había reducido a tal estado al señor Barinaga era bien miserable, merecía la pública execración». Pero nada más.

No se pueden ofender tan descaradamente las sagradas creencias de nuestras esposas, etc., etcAlgunos con estas pérfidas insinuaciones, dejaron la suscripción del periódico. Los redactores y su director, que adivinaban de dónde venía el golpe, estaban grandemente indignados. Gabino Maza, secundado por el no menos díscolo Delaunay, no cejaba en su campaña de murmuración.

Señores redactores del Eco del Comercio. Madrid 27 de Diciembre de 1837.

Una vez resuelto que me ejecutarían al día siguiente, la única idea que se apoderó de fue la de morir con serenidad y entereza; y en efecto, demostré, al decir de todos los que me rodeaban, un gran carácter durante las horas de la capilla. Comí y dormí tranquilamente, y pasé algunos ratos departiendo con los redactores de La Correspondencia.

En 1737 se asoció con D. Francisco Manuel Huerta y con D. Leopoldo Gerónimo Puig, para la publicación del Diario de los literatos, el primer periódico que se publicó en España: fue esta publicación de crítica literaria, y sus redactores no carecían de la ilustración, entereza y criterio que requieren esta clase de trabajos; pero ya fuese por la oposición de escritores coetáneos, ya consistiera en que la nación no estaba todavía en estado de apreciar la delicadeza de su crítica, ello es que no vivió el Diario, mas que un año y nueve meses, en cuyo tiempo se publicaron siete tomos en octavo.

Los dignos individuos que con la lengua de metal rendían tributo de admiración y entusiasmo a los redactores del Faro, fueron obsequiados por éstos con vino de Rueda y cigarros. La alegría rebosaba de todos los pechos y se desbordaba en abrazos tan fuertes como espontáneos. Don Rosendo abrazaba a Navarro, Alvaro Peña a don Rudesindo, don Rufo a Sinforoso, y don Pedro Miranda al impresor Folgueras.

Eso tiene una explicación muy sencilla: consiste en que el conde de Ríos es más animal que él. Los redactores se miraron consternados, y sin decir otra palabra, bajaron la cabeza y continuaron escribiendo. Oyes, Perico le decía otra vez, me parece que esa levita es muy corta. Los compañeros se rieron porque estaba muy lejos de ser cierto. Es bastante larga contestó Mendoza un poco amostazado.

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