Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 14 de junio de 2025


No estaban allí a la sazón más que tres redactores. Uno de ellos era el traidor Sinforoso Suárez. Sin decirles una palabra, cayó sobre ellos a puñadas y puntapiés, con tal maña y coraje, que no pudieron hacer resistencia. Cuando alguno se levantaba del suelo, un tremendo revés a mano vuelta le tumbaba de nuevo.

Por cierto que Ríos se empeñaba en que Mendoza fuese a desafiar al director; pero no pudo conseguirlo. Lo único que se leía con agrado en el periódico, hay que decirlo a riesgo de herir la susceptibilidad exquisita de algunos redactores, era la sección de sueltos políticos, que estaba a cargo de Miguel, o Riverita, como allí se le llamaba.

Mendoza le daba el fósforo gravemente y se salía evitando en cuanto le era posible las burlas de su amigo. ¿Qué secreto es ese? le preguntaban riendo los demás redactores. Hice juramento de no revelarlo. Acaso algún día él mismo lo descubra. Tengan VV. paciencia.

Desde por la mañana bien temprano comenzaban a entrar escritores: y como ninguno salía, la consecuencia era que al poco rato el local se atestaba y los redactores zumbaban como verdaderas y genuinas abejas en una colmena, se codeaban, se estrujaban e impedían de todo punto la entrada de los compañeros que llegaban tarde. Redactor hubo que en ocho días no logró poner los pies en la oficina.

Es preciso resignarse, esperar... Al fin lo habrá todo... demasiado va a haber luego... esta es la idea que me detiene, por fin, que cuando haya editor, redactores, impresor, cajistas, papel... entonces también habrá censor... Eso , eso siempre lo hay... ni hay que mandarlo hacer, ni hay que esperar... Aquí acabo de perder la cabeza, enciérrome en mi casa, ¡voto va!

El periódico estaba inspirado, o como empezaba a decirse entonces, era órgano del general conde de Ríos; pero éste no se dignaba pasar casi nunca por la redacción: cuando de uvas a brevas lo hacía, nunca dejaba el conserje de entrar a anunciarlo a los redactores, quienes se apresuraban a sentarse y a quedarse absortos en su tarea.

Ahora bien: el libro de Las Mujeres españolas ha tenido que acomodarse á la actual división administrativa, en virtud de muy atendibles consideraciones, y nosotros, los redactores de tal obra, nos veremos por ende expuestos á cada instante y obligados muchas veces, ya á repetirnos, ya á anularnos recíprocamente, ya á contradecirnos unos á otros en nuestros juicios y apreciaciones.

Isidro Maltrana sabía que los tales «hombres» eran los redactores del periódico en que él trabajaba, los que tejían el artículo de fondo y la información política, los «pájaros gordos», como los designaba por antonomasia el empleado, viendo en ellos a los depositarios del secreto nacional, a los únicos profetas del porvenir.

La mayoría de los redactores fue nombrada por el conde; algunos eran hijos de sus tertulianos asiduos, otros periodistas famélicos a quienes debía algún suelto laudatorio. Por fin apareció el primer número. Grande fue la sorpresa de Miguel al leer debajo del título otro rengloncito corto que decía: «Director: don Pedro Mendoza y PimentelNo pudo reprimir un sentimiento de indignación.

Ya no fueron solamente los redactores del Faro y los tertulios del Saloncillo quienes se entregaban a este noble ejercicio amaestrados por M. Lemaire. También los socios del Camarote, comprendiendo a la postre la importancia de este arte, establecieron, en un almacén contiguo, sala de armas.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando