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Y así empezó una dulce correspondencia entre ambos, sostenida con juvenil ardor por parte de Quilito, y con tranquilo recato por parte de Susana, siempre sobre el mismo tema y en diapasón igual: Quilito, suspirando, llorando a veces, renegando otras, desesperado de su suerte y de su porvenir; Susana, predicando la concordia, la paz, la calma, en el sagrado nombre de Dios.

El ascetismo, la vida penitente, la virginidad como la más perfecta condición, no son tampoco exclusivos ideales cristianos. En todas las demás religiones se da algo semejante. En la gentílica, por ejemplo, hubo coribantes y vestales. Lo que exigen la religión cristiana, y toda religión moral, y hasta sin religión y sin moral, la estética y el decoro, es el recato.

Para poner en ejecución aquel plan de reserva de que hablara al principio, mandole tomar un cuartito modesto. No por economía, pues bien podía él pagar una casa como la que Santa Cruz pagaba; era por recato.

Se aproximó á Ricardo, hablándole sin ningún recato femenil, como si fuese un compañero de su infancia; y el joven empezó á sentir la turbación que esparce el perfume de una carne sana y bien cuidada, la proximidad de una mujer hermosa.

Soy la que, encerrada en los límites de la honestidad, vivió vida contenta hasta que, a las voces de tus importunidades, y, al parecer, justos y amorosos sentimientos, abrió las puertas de su recato y te entregó las llaves de su libertad: dádiva de ti tan mal agradecida, cual lo muestra bien claro haber sido forzoso hallarme en el lugar donde me hallas, y verte yo a ti de la manera que te veo.

Allí iba la tonta, la literata, Jorge Sandio, la mística, la fatua, la loca, la loca sin vergüenza». Ni un solo pensamiento de piedad vino en su ayuda en todo el camino. El pensamiento no le daba más que vinagre en aquel calvario de su recato.

Aquella delicada coyuntura fue aprovechada por la señora de Galba para abandonar la casa de su esposo y refugiarse en el Hotel Fiddletown, con la sola ropa que llevaba puesta. Permaneció allí algunas semanas, en cuyo período, justo es reconocer que se portó con el más estricto recato.

, hombre..., que se deja querer, vamos.... Y para casarse, no es cosa de broma que la mujer las gaste con el primero que llega. ¿Quién lo duda, señorito? La prenda más esencial en la mujer es la honestidad y el recato. Pero no hay que fiarse de apariencias. La señorita Rita tiene el genio así, franco y alegre....

Por amor de Dios, que no se le escape á V. lo de que D. Carlos está enamorado de mi amiga y lo de que ella es Clori. Mire V. que es un secreto. Nadie más que yo lo sabe en la población. Hay que tener mucho recato, porque los padres de ella no quieren más que á D. Casimiro y nada traslucen del amor de D. Carlos.

Esto debe decirse de todas las jóvenes que, llevadas de la pasion funesta de que las adoren por el vestido, suponen al traje un encanto que es el secreto de la modestia, del recato, de la sencillez y de la virtud. ¿No conocen las jóvenes que una tela no puede inspirarnos amor? ¡Quieren ser ídolos muy ataviados, muy bonitos por fuera! ¡Ay!