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Actualizado: 26 de junio de 2025


Doña Rebeca rebuscaba en armarios, bargueños y arcaces algunos papeles escritos y sellados que parecían importarle mucho. Abría legajos, escudriñaba carpetas, y todo lo revolvía y desparramaba fuera de su sitio. Estas maniobras las acompañaba de paseítos menudos, adagios y murmuraciones. A intervalos reñía con la criada, y otras veces se evaporaba, como por arte de duendería.

No aprovechaba nada con D. Alvaro que dejase salir á ellos, antes reñía con los que salían alguna vez á escaramuzar. Todo el día se le iba en decir mal de Capitanes y soldados; lo mismo hacían ellos dél.

No había más que una sirviente inútil con quien doña Rebeca reñía de la mañana a la noche; escaseaban las viandas, y apenas si unas ascuas rusientes daban allí una idea remota de hogar. El cuarto de Carmencita era un páramo. Los escasos muebles parecían perdidos a la sombra de las paredes, en una línea confusa como de horizonte.

Por ella, por Tónica, reñía con la planchadora, él, que era antes tan descuidado, deseando ostentar unos cuellos duros y lustrosos como el mármol; y con gran asombro de las hermanitas, se emancipaba de la dirección de la mamá, siempre tacaña con él, y se hacía un traje igual a los de su hermano Rafael. Todo iba bien: Juanito se encontraba más joven y fuerte.

Hay muchos que pertenecen todavía a la escuela de Estupiñá, que reñía a los que iban a comprar. Yo creo dijo doña Lupe con expresión avariciosa , que Pepe Samaniego va a hacer un gran negocio. Madrid está por explotar. Todo consiste en tener pesquis. ¡Oh!, pues en el ramo de Farmacia, Dios mío, hay una verdadera mina.

El muchacho se parecía por lo bueno y lo guapo al único hijo que los viejos habían tenido; un pobrecito que había muerto siendo soldado, en tiempos de paz, en un hospital de Cuba. Todo le parecía poco a la seña Eduvigis para el aperador. Reñía al marido porque no se mostraba, según ella, bastante amable y solícito con Rafael.

Durante el día, ni se lamentaba ni reñía, contentándose con zumbar perpetuamente, pero con mucha discreción, como los caracoles de mar cuando se acercan al oído. María se acercó rebujada en su chal y tiritando aún a una de las ventanas que daban a la huerta, cuyas tapias lindaban con el muelle.

Su venera, su espada, el joyel de la gorra, chispeaban en la penumbra. Al moverse dejaba oír rumores de metal y de seda. Seguro estoy dijo soberbio, increpando a su hermano, después de haber saludado al canónigo que reñíais a nuestro padre. Así es verdad contestó el hidalgo; me reñía porque os enviaba ese caparazón, con que me obsequia el alcalde de Toledo. El lacayo se adelantó a ofrecérselo.

Me gustaría a verme en un alboroto; me gustaría gritar con los demás, diciendo: «¡Abajo esto, abajo lo otro!» ¡Ay! ¡Como me alegraba cuando mi señora madre reñía a D. Paco, y éste a los criados, y los criados unos con otros!

Tan conmigo estaba, que reñía al mismo tiempo con otro hombre que sin duda servía á don Rodrigo. ¿Sabe don Francisco lo de las cartas? ¡Ah! no, señora; por mi boca no lo sabe nadie más que vos. Permitidme que os lo pregunte otra vez. ¿No habéis leído esas cartas?

Palabra del Dia

vorsado

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