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Actualizado: 4 de junio de 2025


La agitaba negra tempestad de pasiones. De súbito se encapotó el cielo con densas nubes. Por breve rato hubo calma abrumadora como si algo pesado oprimiese el ambiente. Pero pronto se desencadenó la tempestad más furiosa. El viento del Norte sobrevino con ímpetu rabioso y sacudió y levantó las aguas del mar en gigantescas olas. Chocaron las nubes con estruendo.

Sin otra preocupación que la salud y los actos de Rafael, y ayudada por el chismorreo de una ciudad curiosa, nada hacía su hijo que no lo supiera a las pocas horas. Hasta tenía noticias, por una indiscreción de Cupido, de aquel arriesgado viaje de noche y a través de los peligros de la inundación, para ir a presentarse a la cómica, como ella decía con rabioso acento de desprecio.

Al pronto, don Salvador, que no había visto pasar al perro, creyó que el rabioso era el pobre cuadrillero que, con el rostro descompuesto y los cabellos erizados, avanzaba a la carrera hacia el pabellón, blandiendo con vigorosa mano su terrible sable. Allí, junto al sofá, arrodillado, se hallaba Juanito acariciando la sucia y empolvada cabeza de un perro desconocido.

El 20 de marzo de este año, los vecinos de un pueblo del Chaco santafecino persiguieron a un hombre rabioso que en pos de descargar su escopeta contra su mujer, mató de un tiro a un peón que cruzaba delante de él. Los vecinos, armados, lo rastrearon en el monte como a una fiera, hallándolo por fin trepado en un árbol, con su escopeta aún, y aullando de un modo horrible.

A un extremo del mercadillo, cerca del Repeso, los panaderos con sus mesas atestadas de libretas blancas y morenas, prolongadas unas, como barcos, y redondas y con festones otras, como bonetes de paje; y un poco más allá, los «tíos» de Elche mostrando sus enormes sombreros tras la celosía formada por los racimos de dátiles de un amarillo rabioso.

Villamelón dio otro paso atrás y Currita otro adelante, repitiendo con tan suave voz que parecía una caricia: ¿Lo ves?... ¿Lo ves, Fernandito?... Y tirando de repente con rabioso arranque del paño negro, hundióle la cabeza a su ilustre esposo en la especie de saco que aquel formaba; volvió luego la espalda pausadamente, y sin perder su suavidad, salió de la cabaña.

En el pasillo, Cristeta habló a su adorador en voz baja: ¡Por caridad... vete! ¿Hablaremos? repuso él suplicante. No me hagas ser mala. No quiero. Vete... El pasillo estaba ya lleno de gente. Don Juan comprendió que no era posible seguir hablando sin ponerse en ridículo. Mustio, alicaído y rabioso, bajó tras ella la escalera.

Otras muchas palabras continuó el rapaz , como Crenom de Dieu, sacrebleu!, exclamaciones que se dicen cuando uno esta rabioso, en vez de ¡Caracoles! ¡Canastos! Doña María se levantó de su asiento... y se volvió a sentar. ¡Cómo me querían aquellos demonios de franceses! Uno de ellos sabía español y hablaba a ratos conmigo.

Yo no si el alarido de un epiléptico da a los demás la sensación de clamor bestial y fuera de toda humanidad que me produce a . Pero estoy seguro de que el aullido de un perro rabioso, que se obstina de noche alrededor de nuestra casa, provocará en todos la misma fúnebre angustia.

A estos tenaces pensamientos se han opuesto los PP. previniéndoles que los ganados que no pudiesen sacar, se los pagaría el Rey nuestro señor como lo tenía prevenido; á que responden que ellos no se han de mantener ni con las promesas ni con los dineros, sino con las cabezas de sus ganados, y que así, aunque se los paguen en doblones de oro, no tendrán dónde comprar con ello lo necesario para su sustento y entre tanto perecerán de hambre en los desiertos donde los Padres los quieren sacar desterrados, y que últimamente claman unas veces con tristes gemidos y otras con rabioso furor preguntan á los Padres qué delito han cometido contra su Rey y señor para un castigo digno de los más traidores vasallos.

Palabra del Dia

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