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Actualizado: 12 de junio de 2025
Cada uno se vale como puede, y vusté tendrá otras rentas, y más otros señoríos... y ganaralo de otra manera diferente, y Dios sabe cómo será... que yo no lo sé ganar sino trabajando, hija. Yo lo gano con tanta honra como usté... y no injuriar a nadie. Calle usté, que empezó. Yo no le dijen cosa mala. ¡Avarientas, rañas, ahorcádevos por un ochavo!
El agua para las ranas y el vino para los hombres... Va usted á beber uno de misa mayor que tengo reservado para los amigos que estimo de veras... Gracias, gracias; tengo mucha sed, y el vino no me la apaga. Está usted en un error, señorito... en un error muy grande. Para apagar la sed no hay nada mejor que el vino; está probado.
Como las gotas que en verano llueven Con el ardiente sol dando en el suelo, Se transforman en ranas y se mueven, Assí al calor del gran Señor de Delo Se levantan del polvo poetillas Con tanta habilidad que es un consuelo; Y es una de sus grandes maravillas El ver que una comedia escriba un triste Que ayer sacó Minerva de mantillas.
La carretela no llevaba cascabeles, pero los caballos de la Góndola sí... ¿O serían cigarras, grillos... ranas... cualquier cosa de las que cantan en el campo acompañando el silencio de la noche?... No... no; eran cascabeles, ahora estaba seguro... ya sonaban más cerca, con cierto compás... cada vez más cerca.
En las acequias conmovíase la tersa lámina de cristal rojizo con chapuzones que hacían callar á las ranas; sonaba luego un ruidoso batir de alas, é iban deslizándose los ánades lo mismo que galeras de marfil, moviendo cual fantásticas proas sus cuellos de serpiente. La vida, que con la luz inundaba la vega, iba penetrando en el interior de barracas y alquerías.
El canto incesante de las ranas, el aroma de la campiña, el susurro elocuente y misterioso de la naturaleza, los relámpagos fantásticos é incesantes que en el horizonte presagiaban, según el ama de llaves, fuertes calores para el siguiente día; de tiempo en tiempo el canto monótono del labrador que iba á dar agua á una pareja, cuyas sonoras campanillas le hacían el acompañamiento; el vuelo rápido del murciélago que cruza indeciso á cada instante por delante del balcón; los regaños del ama en la cocina, que entre el charrasqueo de la sartén se destacaban, con poco placer de los criados á quienes iban dirigidos, y tantos otros ecos y fenómenos que en las noches de verano se perciben en el campo, abstraían de tal modo al forastero, que no hubiera cambiado entonces el balcón de don Silvestre por el trono más elevado del mundo.
A cada paso que da Ignacio, el protagonista de la novela, salta una o más cuestiones, como saltan las ranas cuando alguien va andando por la húmeda orilla cubierta de larga hierba de un estanque o de una laguna. Así como las ranas, espantadas, se zambullen en el agua, así las cuestiones que usted suscita se quedan por resolver y se pierden en la corriente de los sucesos que usted va contando.
Hizo un signo aprobativo la condesa de Monteros, española rancia, devota y un tanto severa. Yo no sé qué van a inventar ya pronunció reposadamente . He visto en esas tiendas elefantes, lagartos, ranas y sapos, y hasta arañas; en fin, los animalejos más asquerosos en adornos de señoritas.
Donde suena un lenguaje soez sólo puede haber malas acciones y pensamientos poco delicados. Donde cantan las ranas, ¿qué ha de haber sino charcos y cieno? Cuando Pecado curó de las heridas que le hizo el novillo de Getafe, Isidora se armó de valor, echole un sermón, y le dijo muy clarito que no volvería a tener un cuarto si él mismo no lo ganaba.
Cada puntapié dado por el gigante levantaba nubes de arena, y en ellas se veía flotar siempre algún pigmeo, los brazos y las piernas abiertos lo mismo que las ranas, unas veces con la cabeza arriba, otras con la cabeza abajo. La cólera del coloso no encontró á los pocos momentos enemigos que perseguir. Todos habían huído.
Palabra del Dia
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