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Pero al levantar la punta para hundirla en aquel pecho sacrílego, una voz recia y dominante, una voz que penetró en sus entrañas, le contuvo de golpe: ¡Ah! ¡Ramiro, Ramiro, sólo falta agora que acuchilles al hombre que te engendró! Al pronunciar estas palabras, el caminante quitose el ancho sombrero que llevaba, a fin de descubrir su cabeza y mostrar mejor todo el rostro.

Después entró a la casa, quitose el sable y cambió el quepis por un viejo sombrero de paja de cinco sueldos, y se fue a buscar al cura al jardín. En efecto, el pobre abate estaba muy triste. No había pegado los ojos en toda la noche, él, que generalmente dormía con tanta facilidad como un niño. Su alma estaba desgarrada. ¡Longueval en manos de una extranjera, de una hereje, de una aventurera!

Hablaron un momento del alma y de la bondad de Dios. Zorraquín halló en su espíritu cierta dificultad para retrotraerse a su antiguo oficio, tan distinto del que entonces tenía; pero al fin pudo vencer su desgana de oír pecados. Quitose la boina, sentose, apoyó el codo izquierdo en la cama, y acariciando con la derecha mano el sable, preparose a escuchar la confesión de su infeliz amigo.

Quitóse los barajones en un periquete; los arrojó a un lado, enderezóse y dijo: Los rayos, ¡puches!, son pa cuando truena, y las oraciones, señor don Sabas, pa cuando se nesecitan como ahora mesmu.

Concluida la revista, Bettina, sin mucho apuro, quitose sus largos guantes de piel de Suecia, reemplazándolos por gruesos guantes de gamuza, sacados del bolsillo del carruaje. Luego se deslizó sobre el pescante en el asiento de Edwards, recibiendo de éste las riendas y el látigo con extrema destreza y sin que los caballos, muy excitados, tuviesen tiempo de apercibirse del cambio de mano.

Conque buena mano ¡y no te lástima ese pobre diablo! Amaury sonrió e hizo un saludo; quitose el sombrero, que depositó en tierra; despojose del frac, el chaleco y los tirantes, y al serle entregada el arma volvió a saludar con verdadera elegancia, sin pizca de afectación.

Ramiro observó adrede la pálida testa muerta de súbito y que, asida de los cabellos, fue mostrada hacia los cuatro lados de la plaza, en nombre del Rey. Entonces, con gesto amplio, magnífico, para que todos le vieran, quitose la gorra, exclamando: ¡Dios reciba tu alma, gran caballero! Dos alguaciles escucharon la frase. Uno de ellos quiso prenderle allí mismo; pero el otro le contuvo.

Así que salimos de la estación, quitose éste, lanzando apagados gemidos, las botas y se puso las zapatillas, colocó el sombrero de castor sobre la rejilla y se encasquetó una gorra de paño. Padece usted de los callos, ¿verdad? le preguntó el caballero gordo con palabra insinuante sonriendo con amabilidad. No señor contestó el otro secamente. ¡Ah!... Como usted se quejaba al sacarse las botas...

Preguntadle a mi hermana... ¿Decid, Zuzie, cuando yo era chica en New-York, no ponía bien la mesa? , muy bien respondió madama Scott. Y ella también, rogando al cura excusara la indiscreción de Bettina, quitose el sombrero y el abrigo; y Juan gozó una vez más del muy agradable espectáculo de un cuerpo precioso y admirables cabellos. Pero el desorden, y Juan lo sintió, no tuvo segunda edición.

Quitose la levita y arremangose la manga de la camisa; pero cuando vio abierto el estuche del cirujano, y brillaron ante sus aterrados ojos las hojas relumbrantes de treinta instrumentos de suplicio, palideció intensamente y se desplomó, desmayado, sobre una butaca. Algunas gotas de agua con vinagre le devolvieron el conocimiento, mas no la resolución.