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El viajero experimentó al ver el pabellón del Círculo cierto impulso de alegría, y por un movimiento espontáneo, que tenía mucho de pueril, quitóse el sombrero como para saludarle a tan enorme distancia, con tanto respeto y entusiasmo, como si a su sombra hubiera de encontrar lo menos... 150.000 duros al 15 por 100, que daban por suma total los varios sumandos de sus realidades.

Con prontitud se quitó su abrigo, y Juan pudo admirar, en su exquisita perfección, un cuerpo maravillosamente flexible y gracioso. Miss Percival, quitose en seguida el sombrero, pero con demasiada rapidez; pues fue la señal de un precioso desorden.

Temerosa de que se enfriara, apuró todas las razones para sosegarle, y viendo que no podía ser, quitose la bata y se metió con él en la cama, dispuesta a pasar la noche abrigándole por fuerza como a los niños, y arrullándole para que se durmiera.

"Abrazóle el rey, preguntóle su nombre, y dijo que se llamaba Periandro. Quitóse en esto la bella Sinforosa una guirnalda de flores con que adornaba su hermosísima cabeza, y la puso sobre la del gallardo mancebo, y, con honesta gracia, le dijo al ponérsela: " Cuando mi padre sea tan venturoso de que volváis a verle, veréis cómo no vendréis a servirle sino a ser servido."

El brusco cambio entre la neblina y la oscuridad de fuera, y el resplandor y el calor de dentro, lo deslumbraron, así es que en su estupor quitose el estropeado sombrero y lo pasó una o dos veces ante sus ojos, mientras se sostenía, aunque con poca seguridad, contra el respaldo de un sofá.

Al pasar ante la estatua de san Ignacio, quitóse Diógenes el sombrero, como había visto hacer antes a los novicios, y repitió en voz muy alta, con el acento de un cariñoso saludo, aquella hermosa frase que inspiran a los caseros de Guipúzcoa su piedad, su sencillez y su amor al santo, gloria de sus montañas: Aita San Ignazio... agur!

Miróle el rey Buby muy espantado, y Ratón Pérez, al verle despierto, quitóse el sombrero hasta los pies, inclinó la cabeza según el ceremonial de corte, y en esta actitud reverente esperó á que Su Majestad hablase. Pero S. M. no dijo nada, porque el discurso se le olvidó de pronto, y después de pensarlo mucho, tan sólo acertó á decir algún tanto azorado: Buenas noches...

Verás, no tengo más que la camisa y la chambra. Ya me había preparado. En efecto, quitose, o por mejor decir, arrancose la chambra y quedó cubierta solamente de la camisa. Detúvose un instante, echó una mirada al instrumento que Genoveva tenía en la mano y corrió por su cuerpo un estremecimiento de frío, de placer, de angustia, de terror y de ansia, todo en una pieza.

Quitóse con grandes precauciones la perfumada peluca y calóse prontamente un gorro de dormir de forma piramidal, terminado en una borlita: un sencillo y majestuoso casque

Por fin, entregando la espuela, para que fuera colocada otra vez en el sepulcro, terminó de este modo: Vuelve a descansar con los huesos de tu dueño, reliquia de la vieja honra cristiana, mientras nosotros rezamos una oración por el alma desconocida, que seguirás ennobleciendo en la muerte. Quitose el sombrero, e inclinando la cabeza, musitó una plegaria. Ramiro le imitó.