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Actualizado: 4 de julio de 2025


La causa de mi mal es mi ambición trascendente; mi empeño de ir en busca de un ideal para inasequible; el vano propósito de borrar de mi ser las indelebles manchas, con cuyo germen al menos nací manchada. Este mal, que en no tiene cura ni remedio, quise curarle y remediarle yo en otro ser amado, que me pertenece, que ha nacido de mis entrañas.

Aborrecí la vida; maldije de ella; pedí la muerte, quise morir, morir, y no para escapar de mis enemigos, sino para libertarme de aquellas pasiones tempestuosas que entenebrecían mi espíritu y batallaban dentro de como legiones de irritados demonios. Pensé con alegría en la muerte.

Yo quise calmarle, pero como extrañase las mías, y también extrañase al jinete, despreciándole tal vez, se alborotó más y más y empezó a dar resoplidos, a hacer corvetas y aun a dar algunos botes; pero yo me tuve firme y sereno, mostrándole que era su amo, castigándole con la espuela, tocándole con el látigo en el pecho y reteniéndole por la brida.

Vi que me quedaba una hora, antes de la acostumbrada de comer en casa de mi tío, y quise aprovecharla para pagar la visita a don Pedro Nolasco. Díjeselo al médico como razón de mi despedida, y se mostró muy dispuesto a acompañarme si aceptaba yo la molestia de esperarle unos instantes.

No quise levantar la vista del suelo, porque temía desfallecer; mas el silencio pavoroso y extraordinario que observé en torno mío, incitome a alzar los ojos. ¡Qué sorpresa y qué ventura! La calle estaba desierta. Fuera del cortejo que me rodeaba, ni una sola figura humana veíase cerca ni lejos.

Esta escena muda, que fue brevísima, acabó por echar Pito el sombrero al aire, es decir, por estrellarle contra la bóveda erizada de puntas calcáreas; Chisco hizo lo propio, y yo no quise ser menos que los dos.

Paréceme que he penetrado la idea; y por lo mismo, quiero decir, por el alcance que tiene, me atrevo a recelar que es la señora marquesa la que no me ha comprendido a ... No quise llegar tan allá... Pues como si hubiera querido, o para cuando llegue..., y sin llegar, valga lo dicho, téngalo en cuenta y acabemos.

Y, porque vieses que, siendo conmigo tan inhumana, no era posible dejar de serlo contigo, quise traerte a ser testigo del sacrificio que pienso hacer a la ofendida honra de mi tan honrado marido, agraviado de ti con el mayor cuidado que te ha sido posible, y de también con el poco recato que he tenido del huir la ocasión, si alguna te di, para favorecer y canonizar tus malas intenciones.

Este caudaloso rio, que viene mas directamente de las montañas del este de Cochabamba, debia ayudarme á poner en práctica mi proyecto; mas quise ante todo asegurarme por mismo, de si no eran exageradas las dificultades de la comunicacion existente hasta entónces.

Me dejaron acercar, y me dijo: «Adiós, Miguelillo; estos cochinos me llevan a degollar como un carnero; vete pa casa, querido, que estás muy fatigao». Me dio un apretón de manos y se puso a hablar con el cura, que le reñía por lo que había dicho. Yo me separé, pero no quise marcharme. Seguí la comitiva hasta el mismo campo... hasta aquí, porque ya estamos en él.

Palabra del Dia

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