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Constituía el final de la excursión una bonita aunque pequeña quinta recientemente blanqueada, y que se destacaba en agradable contraste sobre un grupo de pinos, algunas de cuyas primeras filas habían arrancado para dar lugar al muro que rodeaba un simétrico jardinito.

Y Juara entre tanto se ponía apresuradamente unas medias y unos zapatos que le había dado el ventero. Saca los caballos dijo á este último Juara , y toma un ducado. El ventero tomó la moneda y sacó dos caballos. Quevedo y Juara montaron y se encaminaron á Madrid. ¡Oh! ¡y cómo arde la quinta! dijo Juara no entráis en parte donde no hagáis daño.

La quinta, en donde habita Don Juan, es presa de las llamas; Serafina, sin sentido, es salvada por su esposo, confiándola á la guarda de Don Alvaro, á quien no conoce; aléjase después para socorrer á otro, que se halla en peligro, mientras que Don Alvaro, en cuyos brazos se encuentra entonces su amada de un modo tan impensado, cede entonces por esta circunstancia al ímpetu irresistible de su amor, vencido en apariencia, puesto que la tentación es demasiado fuerte: se lleva consigo á Serafina, siempre desmayada; sube en su buque, y se hace á la vela con su víctima.

En fin, para evitar a la enferma la promiscuidad penosa del hotel, Blanca le ofreció amablemente una deliciosa quinta que llevaba su nombre, que su tío había hecho edificar para ella en Saint-Pair, en el camino de Granville, y a la que la familia debía ir en el mes de agosto.

Un pazguato de Bulgaro de dos varas y tercia, viendo que habia yo perdido los sentidos con esta escena, se puso á violarme; con lo qual volví en , y empecé á morder, á arañar, y á querer sacar los ojos al Bulgarote, no sabiendo que era cosa de estilo quanto en la quinta de mi padre estaba pasando; pero me dió el belitre una cuchillada junto á la teta izquierda, que todavía me queda la señal.

Solo en la estacion de seca se ven á descubierto los altos ribazos de esta corriente; entretanto, la línea del nivel á que alcanzan las inundaciones, queda siempre marcada sobre los troncos de los árboles inmediatos, como á una vara de altura desde su pié. Al fin de la quinta jornada, se presenta la confluencia del riachuelo, llamado Maravo, que baja por la izquierda, de las llanuras inundadas.

Llamaron por segunda y tercera vez con insistencia, y se oyó una voz de mujer que dijo recatadamente detrás de la puerta: ¡Señora! ¡señora! ¡por amor de Dios! ¡oíd, si no queréis que suceda una desdicha! La condesa se acercó á la puerta. ¿Qué sucede, Josefina? dijo. El señor conde de Lemos acaba de llegar á la quinta y pregunta por vuecencia. ¡Ah! ¡mi marido! dijo la condesa.

Estaba Candido como extático oyendo estas razones, y decia para : Muy distinto pais es este de la Vesfalia, y de la quinta del señor baron; si hubiera visto nuestro amigo Panglós el Dorado, no diria que la quinta de Tunder-ten-tronck era lo mejor que habia en la tierra. Cierto que es bueno viajar.

Ya esta composición marca un progreso sobre la primera, la tercera será mejor que la segunda, la cuarta que la tercera, la quinta que la cuarta, la sexta que la quinta, y así de seguido... hasta que llegues a la obra maestra.

Dixéronse entónces Astarte y Zadig quanto á los mas generosos y apasionados pechos pudiéron inspirar afectos tanto tiempo contrarestados, y tanto amor, y tanta desdicha; y los genios que al amor presiden lleváron las razones de ámbos á la esfera de Vénus. Tornáronse á la quinta de Ogul las mugeres sin haber hallado nada.