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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Media hora; ya llevaba media hora hablando y aún no había comenzado de veras el discurso. Ahora lamentaba que la Cámara estuviese vacía. ¡Tan bien que marchaba aquello!... Frente a él, en la penumbra de la tribuna diplomática, seguía moviéndose el abanico, distrayéndole con su aleteo. ¡Diablo de señora! Bien podía estarse quieta.
Desesperado Meleco de tomar este camino, le abrió otro la suerte para que descansase, porque el Príncipe de Servia le ofreció buen acogimiento, con condicion que no habian de tomar las armas, ni usarlas sino quando el quisiese. Aceptolo Meleco, y quedaron en Servia él y los suyos en vida sosegada y quieta, bien diferente dé la que hasta allí tuvieron.
En efecto, esa catedral que ahora contemplo, esa masa enorme, quieta, silenciosa, insensible; pero tan elocuente y tan entusiasta en medio de su silencio y de su quietísmo; ese monton de piedras que estoy viendo, es como el testimonio de otra raza, de otro pensamiento, de otro dogma, de otro mundo. Este lugar, decia yo para mí, formaba parte de la antigua Citè.
14 Mas la gracia del Señor nuestro fue más abundante con la fe y amor que es en Cristo Jesús. Amén. 1 Amonesto pues, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por todos los hombres; 2 por los reyes y por todos los que están en eminencia: que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad e integridad.
En el interior reina una tranquilidad aparente; pero el suelo parece removerse, y rumores extraños turban la quieta superficie. La Prensa de Buenos Aires brilla con resplandores siniestros; la amenaza está en el fondo de los artículos que se lanzan diariamente oposiciones y Gobierno.
La cabeza de Mauricia se iba quedando quieta, quieta... Luego la vimos mover los labios, y sacar la punta de la lengua como si quisiera relamerse... Dejó oír una voz que parecía venir, por un tubo, del sótano de la casa. A mí me pareció que dijo: más, más... Otras personas que allí había aseguran que dijo: ya.
¡Ay qué Dios! ¿Y para preguntar por la salud del sobrinito te estás media hora de pitorreo con la tía?... Mira, Antonio, no quieras meterme los dedos por los ojos... ¡Líbreme Dios de ese sacrilegio!... Lo que quiero es meter los labios ahora mismo. ¡Ea! no me vengas con monerías de gata tripera... Confiesa que te gusta aún María... Vete con ella bendito de Dios y déjame á mí el alma quieta...
Ríete, lucero, que cuando tú te ríes me alumbra el sol á la medianoche. Y si otra vez me pongo guasón, como hace poco, me dices: «Manolo, cierra el pico y déjame el alma quieta», ó si tú quieres, hija de mi alma, me das un lapo con esta mano rica que beso con tu permiso... y con el del dueño del establecimiento. Y estampó en ella, efectivamente, tres ó cuatro besos. Soledad la retiró riendo.
Frotó repetidas veces la cara contra el lienzo, percibiendo un cosquilleo gratísimo que le penetraba hasta el alma. Gozaba con todo su cuerpo, como si mil bocas la estuviesen besando a un mismo tiempo. Se dejó estar un largo rato quieta, perdida en un sueño feliz, celeste, sacudida por leves estremecimientos de una dulzura tan grande que le hacía daño.
No negaron su oido á la conciencia, Ni el pudor sofocaron torpemente, Ni tributaron culto á la opulencia Con inciensos quemados en la mente. Lejos de la contienda fratricida Sus deseos jamas se descarriaron, Y á lo largo del valle de la vida Una quieta existencia atravesaron.
Palabra del Dia
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