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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Tal vez el piano amansase a don Juan; pero... ¡quia! éste formaba parte de las fieras, a quienes domina la música, y con gran pesar de su hermana no salía de su indignación. ¿Para esto me has convidado...? Tú has dicho: «Le daremos bien a comer, procuraremos emborracharlo, y después, cuando esté tierno... ¡el sablazo!» Pues hija, te equivocas. Ni ahora ni nunca conocerás el color de mi dinero.
Quia... Nunca se había visto la buena señora enfrente de un problema de ciencia social tan enrevesado y temeroso. Aquel enigma superaba a cuantos enigmas había visto ella en su vida infatigable. «Vamos pensó la fundadora , ¿a que tirando por la calle de en medio salgo bien? Es lo mejor, y este sistema siempre me ha dado resultados. Oiga usted, caballerito...».
¡Vaya una barbaridad! ¿Y ustedes entre sí, se llaman por esos nombres? ¡Quiá!... Pero lo sabemos; y como no la deshonran á una.... Es claro.... Pero volvamos á la rubia. Parece que la tiene usté entre las cejas. Como me ha dicho usted que iban hablando de mí.... ¿Yo he dicho eso? Por lo menos una cosa muy parecida.
El tío Leandro dio un profundo y amenazador chupetón al cigarro, y se disponía a disparar una de sus granadas formidables para reducir al silencio a aquel zángano, cuando no muy lejos de allí sonaron dos tiros. ¿Cómo? exclamó Reynoso levantando súbito la cabeza . ¿Un cazador furtivo? ¡Quiá! replicó un zagal . Es la señorita Clara. Bien tempranito pasó por aquí con los perros.
Con aquel anteojo se veía un poco del billar del casino, que estaba junto a la iglesia de Santa María; y él, Celedonio, había visto pasar las bolas de marfil rodando por la mesa. Y sin el anteojo ¡quiá! en cuanto se veía el balcón como un ventanillo de una grillera.
¿Qué hace usted? Si los quiere para comprar porquerías... Esta tonta no pide; pero cuando se los dan los toma. No crea usted que es gastadora. ¡Quia! Todo lo va guardando en su hucha y tiene ya un capital. Esta sale... Sale a papá... Vaya, a casa, que os enfriáis aquí... ¡Cómo sudas, hija!... Allá voy en seguida.
Le había inventado ella, y de los senos obscuros de la invención salía persona de verdad, haciendo milagros, trayendo riquezas, y convirtiendo en realidades los soñados dones del Rey Samdai ¡Quia! Esto no podía ser.
Desde los primeros momentos caían como moscas los heridos, y el mismo comandante recibió una fuerte contusión en la pierna, y después un astillazo en la cabeza, que le hizo mucho daño. ¿Pero usted cree que se acobardó, ni que anduvo con ungüentos ni parches? ¡Quiá! Seguía en el alcázar como si tal cosa, aunque personas muy queridas para él caían a su lado para no levantarse más.
Pero ¡quiá!, no es mujer que se deje llevar a cualquier parte. De amigas no querrá fiarse, y hará bien. Tengo observado que cuando una mujer le presta a otra su casa, concluye por robarle el amante. Si consintiera en venir a mi casa, sería lo mejor. ¿Qué tiene de particular que una señora entre a cualquier hora del día en un portal de la calle de las Infantas?
Lo que siento es que las chicas... ¿Qué sucedió? Del comedor habíamos pasado al despacho. Las niñas vinieron vestidas, oyeron voces, se detuvieron junto a la puerta y se enteraron de todo. Como son mayorcitas se harán cargo. Quiá, se abrazaron a su madre... llorando. ¡Figúrate! ¡Tonto! Haberte venido aquí.
Palabra del Dia
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