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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Pero una vez que la reconocéis ¿cómo podéis permanecer serios, oyendo repetir esas mentidas cantinelas? Hay que escoger entre la muerte y la vida: renunciar a la vida es preferible, pero vosotros no lo queréis, y ya que tengo que vivir, extermino a todo el género humano para procurarme aquello que a ti te parece la más fútil de las satisfacciones! Tú querías que formáramos una familia indisoluble.
Lo más que puedes hacer es diferir por dos o tres días la confidencia que querías hacerme ahora. Necesito estar solo. ¡Es posible que no seas feliz tú, Amaury, con un apellido ilustre y una fortuna que nada tiene que envidiar a las primeras de Francia! ¡Se puede ser desgraciado siendo conde de Leoville y poseyendo cien mil francos de renta!
Lo empujé cariñosamente. Acuéstate un momento... estás mal. Vezzera se recostó en mi cama y cruzó sus dos manos sobre la frente. Pasó un largo rato en silencio. De pronto me llegó su voz, lenta: ¿Sabes lo que te iba a decir?... Que no querías que María se enamorara de ti... Por eso no ibas. ¡Qué estúpido! me sonreí. Sí, estúpido! ¡Todo, todo lo que quieras! Quedamos mudos otra vez.
Le dice Jesús: Apacienta mis ovejas. 18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas donde querías; mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te pasará donde no querrías. 19 Y esto dijo, señalando con qué muerte había de clarificar a Dios. 21 Así que cuando Pedro vio a éste, dice a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Sígueme tú.
La soberbia de estos príncipes eclesiásticos les impulsaba a la más orgullosa modestia.... Pero ¿todo esto es lo que me querías enseñar? Cosas mejores verá usted. Digamos adiós a la Virgen. Pero ¡fíjese usted! ¡Qué cara! Tiene los ojos adormilaos. La gran jembra. Yo me paso las horas mirándola. Es mi novia... ¡Las noches que sueño con ella...!
Si hubiese creído que me querías no me habría marchado... Está hecha una real moza... ¡qué modo de andar y qué cuerpo, y qué señorío, y qué boca!... Pero, en fin, para mí es cosa perdida..., aunque nadie sabe lo que puede suceder.
Después supe que existía, un joven á quien tú querías mucho; supe que este joven estaba preso y le puse en libertad por ti y para ti. Nunca tuve intención de apartaros á los dos; al contrario, mi deseo era uniros si él lo merecía. Pues bien: yo me he convencido de que él no merece tal cosa y es indigno de ti. Clara no supo qué contestar á estas palabras.
¡Mi pequeña Perla! dijo débilmente, y una dulce y tierna sonrisa iluminó su semblante, como el de un espíritu que va entrando en profundo reposo; mejor dicho, ahora que el peso que abrumaba su alma había desaparecido, parecía que deseaba jugar con la niña, mi querida Perlita, ¿me besarás ahora? ¡No lo querías hacer en la selva! Pero ahora sí lo harás. Perla le dió un beso en la boca.
¿Que estás indispuesta, tú, con tal brillo en esos ojos y tal animación en esa tez? ¿Pues cómo estaré yo entonces, con esta palidez en el rostro y este cansancio en los ojos? Señorita dijo entonces la modista, ya está arreglado el vestido. ¿No querías que te ayudase? preguntó Antonia con timidez. ¿Qué hacemos? Dime.
Pero al mismo tiempo creía ver que las paredes se apartaban y una perspectiva luminosa, infinita, se abría ante mí. «¿No querías desempeñar el papel de sacerdotisa en esta casa?» me decía en tono de reproche una voz interior; pero se extinguió ahogada por el ruido de mi sangre. ¿De qué sirve discutir? continuó él.
Palabra del Dia
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