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Actualizado: 9 de junio de 2025


La accion atribuida al árnica sobre el tejido celular, es una analogía abusiva de su accion sobre la fibra, sobre las ramificaciones nerviosas y la red vascular; por cuya razon no está justificada su eficacia en la erisipela flegmonosa, en el flemon y quemaduras profundas; está mejor indicada en las erisipelas superficiales ó eritematosas, en la rubicundez simple y activa, y en los equímosis que complican una herida, una contusion.

Soldado y marino a la vez, la sarna, las bubas, las enfermedades vergonzosas que se toman en los puertos, las heridas de pica, de espada, de saeta, las porradas y quemaduras de los asaltos, fueron las especias en que se guisó de continuo su azarosa ventura. Había estado dos veces a punto de morir en la horca. El año 1560 cayó prisionero del turco, en los Gelves.

El trueno conmovió toda la huerta, despertando una tempestad de gritos y ladridos. Sènto vio un abanico de chispas, sintió quemaduras en la cara; la escopeta se le fue y agitó las manos para convencerse de que estaban enteras. De seguro que el amigo había reventado.

Pocos panoramas he presenciado en mi vida más imponentes, que el que mostró ante mi vista aquel anfiteatro cercado de colosales árboles, á cuyos troncos se extendía un lago de aguas rojizas en ebullición. Con no pocas precauciones para evitar quemaduras tratamos de sondar aquellas aguas, siendo nuestros ensayos infructuosos.

Aquella serie de inauditas crueldades terminaron al fin con otra mayor que trajo consigo la intervención de la justicia. La madre desnaturalizada, no sabiendo ya de qué modo atormentar a su hija, la hizo algunas quemaduras en el trasero con una bujía.

Mientras Mario perdonaba y aun olvidaba el martirio de su hijo, ella lo tenía grabado a fuego en el corazón; no podía arrojar de su alma cierto rencor contra su padre, aunque fuese irresponsable. Tampoco Presentación le había perdonado las quemaduras del rostro. Fue necesario pensar en el establecimiento adonde le habían de conducir.

Iban casi desnudos, con largos mandiles de cuero sobre el cuerpo cobrizo, como esclavos egipcios ocupados en un rito misterioso. El calor les hacía exponer sus miembros al chisporroteo del hierro, que volaba en partículas de ardiente arañazo. Algunos mostraban las cicatrices de horrorosas quemaduras. Sanabre señaló la boca del horno. Iba á comenzar la colada.

Un sentimiento que ella creyó ser de piedad, la arrastró de una manera irresistible hacia aquel ser que sufría por ella, y en un arrebato de ternura le preguntó: ¿Le duelen sus quemaduras, Juan? ¿No? Bueno, vamos a subir juntos ¿quiere, amigo mío? Había pasado su brazo bajo el de Juan e instintivamente buscaba un apoyo en aquel hombro robusto.

Pero sonriente, dichosa, el rostro animado por la marcha y lo volvía para examinar curiosamente nuestro batallón de escolares formados en dos filas y conservando la línea como jóvenes reclutas. Todas las curiosidades mujeriles, y aquélla sobre todo, se proyectaban hacia y las sentía como otras tantas quemaduras. Estábamos a mediados de agosto y el tiempo era magnífico.

Hans y Cornelio corrían de un lado a otro para apagarlas, mientras sus compañeros seguían disparando, aunque sin lograr contener a los asaltantes. Dos veces en el espacio de cinco minutos prendió el fuego en los bambúes y en las esterillas del corredor; pero, aunque con gran trabajo y recibiendo quemaduras, habían logrado los jóvenes apagarlo. Aquella lucha no podía durar mucho tiempo.

Palabra del Dia

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