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Actualizado: 28 de junio de 2025


A pesar de todo, se encontraba más cómico que trágico, y se echaba a reír, aunque con la risa que apellidan sardónica, no por una hierba, sino porque según había oído contar entre los antiguos sardos se reían así los que eran atormentados y quemados de feroz y sardesca manera en honor de los ídolos.

No negaron su oido á la conciencia, Ni el pudor sofocaron torpemente, Ni tributaron culto á la opulencia Con inciensos quemados en la mente. Lejos de la contienda fratricida Sus deseos jamas se descarriaron, Y á lo largo del valle de la vida Una quieta existencia atravesaron.

No existían en ella judíos de religión. Hacía siglos que había quedado disuelta la última sinagoga. Todos se habían convertido en masa, y los rebeldes fueron quemados por la Inquisición. Los chuetas de ahora eran los católicos más fervorosos de Mallorca, llevando a sus creencias un fanatismo semita.

Un ligero movimiento de la mano me indicó que despertaba, y me levanté prontamente por miedo de disgustarlo. Fijó entonces en sus ojos penetrantes y me dijo con una semisonrisa en los pobres labios quemados por la fiebre: ¿Por qué interrumpes tus oraciones cuando te miro? ¿Me tomas por un tirano? Ruega a Dios, si eso te consuela, hija mía; pero, entonces, no llores.

No exclamó alegremente... Quiero que el de la señora sea perfecto. Eso hará rabiar a Mariana, la cocinera de la señorita Bonnetable añadió con la cara llena de satisfacción. ¿Por qué ha de rabiar? La señorita sabe bien que en el último de la señorita Bonnetable los pasteles de chocolate estaban quemados. ¡Ah! y los tuyos... Los míos son siempre perfectos respondió Celestina con vehemencia.

Al occidente, dominando el cauce arenoso del Ródano, que se esconde á veces entre pequeños bosques de sauces silvestres y álamos blancos de empinadas copas, corre la serranía del Ardeche, triste y estéril, compuesta de una serie de cerros quemados y rocallosos, de trecho en trecho cortados por algunas abras.

Siguiendo la muralla en la parte mas alta del Tozal , se hallaba la puerta de Zaragoza, porque antes empezaba desde ella el camino que conducía a dicha ciudad: entre ambas puertas hay una pequeña planicie, en la cual el día 7 de Enero de 1486, tuvo lugar un auto de fe: fueron allí quemados por heréticos o judaizados, nueve vecinos de Teruel, siete hombres y dos mugeres: desplegose fúnebre e inusitada pompa para el cruento espectáculo: escoltados por mucha gente armada de a pie y de a caballo llevaron a los presos por la carretera de la cárcel, desde las casas llamadas del Arzobispo, hasta la plaza llamada del Mercado, en la cual habían erigidos dos cadalsos: subieron al uno el inquisidor y sus ministros con trages negros; ocuparon el otro las víctimas con sambenitos amarillos y mitras de color negro: después de una arenga que les dirigió el inquisidor, leyose a cada uno su proceso y deposición de testimonios, y luego llevados a la planicie mencionada, y en la era de Pero Pancha fueron quemados en las grandes hogueras que al efecto se habían encendido.

Y en fin concluída la causa se les dió sentencia de ser quemados vivos a cuatro los más culpados en el crímen, más porque no se faltase a la piedad cristiana, se templó la sentencia para que en caso de que se hicieran cristianos, muriesen ahorcados y quemados sus cuerpos después. Ya el jueves a diez y seis de mayo, intimada la sentencia, se disponía la ejecución.

Y como los indios viesen el fuego, que tuvieron temor de ser quemados y arrojaron las armas en tierra, y se fueron derechos al Viracocha, y como llegasen á él, se echaron por tierra todos; el cual, como ansí los viese, tomó una vara en las manos y fué do el fuego estaba, y dió en él dos ó tres varazos y luego fué muerto.

Convencido de la verdad, el marqués publicó un bando para que los moriscos no fueran molestados, pero apesar de su orden hubo revueltas y alborotos, y en el mismo mes de estos sucesos fueron quemados tres de ellos que estaban hacía algún tiempo presos en las cárceles del tribunal de la Inquisición.

Palabra del Dia

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