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Actualizado: 8 de junio de 2025
Cuando esto decía, el señor de Bismarck miraba á Pacorrito con expresión de burla tan picante y maligna, que nuestro insigne héroe se llenó de coraje. En el mismo instante, el tuno del Canciller disparó una bolita de pan con tanta puntería, que por poco deja ciego á Migajas. Pero éste, como era tan prudente y el prototipo de la circunspección, calló y disimuló.
Tenía la espingarda un cañón corto con boca acampanada, sujeto á larga caja de madera. Cargábase con baqueta, llevando la pólvora á granel en frasco de hierro y las balas en bolsa. Se disparaba sosteniendo la puntería con la mano izquierda y aplicando con la otra una mecha al oído.
No; era un fusil porque el Magistral lo acercaba a la cara y hacía con él puntería. Bismarck respiró: no iba con su personilla aquel disparo; apuntaba el carca hacia la calle, asomado a una ventana. El acólito, de puntillas, sin hacer ruido, se había acercado por detrás al Provisor y procuraba seguir la dirección del catalejo.
No cayó; descendió sin prisa del lado de Traslacerca, tranquilo, acostumbrado a tal escalo, conocido ya de las piedras del muro. Don Víctor le vio desaparecer sin dejar la puntería y sin osar mover el dedo que apoyaba en el gatillo; ya estaba Mesía en la calleja y su amigo seguía apuntando al cielo.
Alberto le sacó de esta situación diciéndole: Sucede que no eres tú, sino yo el que se bate con este caballero, y a juzgar por la destreza que ha demostrado al dispararme, se ve que es un enemigo peligroso. Venga la pistola y concluyamos; quiero ver si gozo de tan buena puntería como él.
Hagamos unos cuantos disparos más, Horn. Dispararon varias veces sus fusiles uno tras otro y después a un mismo tiempo, dirigiendo hacia arriba la puntería; pero sólo consiguieron asustar a los pájaros. El caso es grave dijo Cornelio. Veamos dijo el piloto . El bosque de nueces cae al Oeste. Sí. ¿Y dónde estamos? Me parece que al Oeste, si los rayos del sol no me engañan. Pero ¿a qué distancia?
No otra cosa buscaba el pintor para tener la elección de armas, pues aunque no era cobarde, ninguna gracia le hacía servir de blanco a la certera puntería de su amigo. Se batieron a espada y Tristán salió herido ligeramente en el brazo derecho.
Entre las paredes de las rocas, los ángulos se redondean ligeramente en las vueltas repentinas; el agua, impotente para minar los asientos de las piedras, retrocede bruscamente; en los montes, sobre todo, donde la pendiente del cauce es muy considerable, el torrente encajonado por los desfiladeros, serpentea á uno y otro lado con ímpetus sucesivos, como animal perseguido que procura salirse de la puntería del cazador.
Comenzaron a comer con grandísimo gusto y muy de espacio, saboreándose con cada bocado, que le tomaban con la punta del cuchillo, y muy poquito de cada cosa, y luego, al punto, todos a una, levantaron los brazos y las botas en el aire; puestas las bocas en su boca, clavados los ojos en el cielo, no parecía sino que ponían en él la puntería; y desta manera, meneando las cabezas a un lado y a otro, señales que acreditaban el gusto que recebían, se estuvieron un buen espacio, trasegando en sus estómagos las entrañas de las vasijas.
Era hombre de tan mala puntería que no daba ni al viento... De vuelta en Madrid, había empezado aquella vida matrimonial reglamentada, oprimida, compuesta de estrecheces y fingimientos, una comedia doméstica de día y de noche, entre el metódico y rutinario correr de los ochavos y las horas.
Palabra del Dia
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