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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Pero aún no había lavado su pecado original que llevaba en el nombre. El Provisor despreciaba el tal círculo. Visitación fue la primera dama agregada, por su prurito de agregarse a todo. Actualmente era la tesorera de las protectrices.

El Provisor todos los días le pasaba revista, como a un recluta, mirándole de hito en hito cuando le creía distraído: y si notaba algún descuido de indumentaria que acusara pobreza indigna de un mitrado, le reprendía con acritud.

¡Locuras, señor, locuras! rugió el Provisor sacudiendo la cabeza. ¡Pero Fermo, es un alma que se pierde!... No hay que salir de aquí... Ir... el Obispo... a un hereje contumaz..., absurdo.... Por lo mismo, Fermo... ¡Bueno! ¡bueno!

La carta, de tres pliegos, la llevó Petra a casa del Provisor; la recibió Teresina sonriente, más pálida y más delgada que meses atrás, pero más contenta. El Magistral se encerró en su despacho para leer. Cuando su madre le llamó a comer, don Fermín se presentó con los ojos relucientes y las mejillas como brasas.

Aquella mañana de Agosto el Provisor la señaló como una de las más felices de su vida. Ana le obligó a hablar, a contárselo todo.

Tenía que hacerle ciertas preguntas que, no tratándose del Arcipreste, podrían ser peligrosas. Glocester había olido algo. «¿Cómo no se marchaba el Magistral? ¿Cómo sufría aquella jaqueca? No, pues él tampoco dejaba el puesto». Era el de Mourelo el más cordial enemigo que tenía el Provisor.

D. Andrés de Rueda Rico, provisor que fué de Córdoba y canónigo doctoral de su santa iglesia, del Consejo de la Inquisicion, quien la labró en el año 1628. La llaman comunmente de S. Eulogio por un buen cuadro de este santo que se ve en su altar, pintado por Vicente Carducho. Capilla de S. Esteban. Cae al levante de la de S. Andrés.

También Ana prefería aquel modus vivendi; no quería volver a las andadas, temía que viniesen la compasión y los remordimientos y las aprensiones a molestarla y al fin hacerla caer enferma, si por completo rompía con el Provisor. «Me conozco, pensaba; que, después de todo, le tengo cierto cariño, y si abandonase su amistad, una voz insufrible me había de estar gritando siempre en favor suyo.

Pues mira, ¡arrastrado!, no tienes más que empezar contestaba la mozuela, puesta en jarras y mirando entre ceja y ceja a su víctima. Cuentan que una vez fué el pulpero a querellarse ante el provisor y a solicitar divorcio, alegando que su conjunta lo trataba mal. ¡Hombre de Dios! ¿Acaso te pega? le preguntó su señoría. No, señor contestó el pobre diablo , no me pega..., pero me la pega.

Lo que es un idiota ese don Pompeyo. No, un complot.... La verdad era que el papel Provisor subía mucho más de lo que podían sus enemigos figurarse.

Palabra del Dia

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