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Foja solía entrar y salir en seguida; en cuanto se cercioraba de la miseria y de la enfermedad del pobre anciano, ya tenía bastante; salía corriendo a decir pestes del otro, del Provisor: así creía servir a la buena causa del progreso y de la humanidad solidaria.

Con el mando, poder, y con la vara, El Cáceres echaba contrapaso, Al santo del Obispo: mas tenia Un provisor que mal los recibia. Aunque el Obispo era mal sufrido, No era codicioso de venganza. Segovia, el provisor, no ha consentido A Cáceres crecer en su pujanza; Mas antes con un odio encrudecido Le mete, como dicen, bien la lanza, Tomando informaciones y testigos: A Cáceres lo dicen sus amigos.

Entonces se detuvo, volvió a mirar con ahínco, dio un paso dentro de la capilla; no había nadie; estaba seguro. «¡Luego aquellas señoras se habían ido sin confesión; luego el Magistral se permitía el lujo de desairar nada menos que a la Regenta!». El Arcediano vio un mundo de intrigas que podían fundarse en este descuido del Provisor.

Me parece que la Revolución le hizo a usted Ilustrísimo señor.... ¡Hizo un cuerno! Me hicieron mis méritos, mis trabajos, mis... ¡seor ciruelo! Déjese usted de insultos y explique por qué he de ser yo enemigo personal del Provisor. ¿Reparto yo dinero por las aldeas al treinta por ciento?

La presencia del Provisor interrumpió el juego. Los familiares se pusieron de pie y uno de ellos hermoso, rubio, de movimientos suaves y ondulantes, de pulquérrimo traje talar, perfumado, abrió una mampara forrada de damasco color cereza. De lo mismo estaba tapizada toda la estancia que se vio entonces y que atravesó De Pas sin detenerse. ¿Dónde estará, don Anacleto?

Deseo presentarle a usted en el colegio y decirle al provisor el buen concepto que de usted tengo formado. Esa recomendación sería nula añadió con modestia, si no fuera dirigida a un hombre que en otro tiempo me demostró tener en mucha confianza y parecía apreciar mi celo. La visita se efectuó tal como él había dicho.

Con usted no va nada, don Cayetano o don Fuguillas; usted podrá ser un viejecito verde, pero no es un... un Magistral... un Provisor... un Candelas eclesiástico.

Que no había que fiarse del Provisor, etc., etc. «, Ana, está enamorado de usted, loco, loco... eso se lo conocí yo hace mucho tiempo... porque... porque...».

Uno de los argumentos que empleaban los que defendían la honradez del Provisor, consistía en recordar la modestia de su ajuar y de su vida doméstica. Justamente se había hablado de esto la tarde anterior en el Espolón, en un corrillo de murmuradores, clérigos unos, seglares otros.

Después dobló la cabeza y parte del cuerpo ante los de Palomares que le fueron presentados por el sabio. El señor don Fermín de Pas, Magistral y provisor de la diócesis.... ¡Oh! ¡oh! ¡ya! ¡ya! exclamó Infanzón que hacía mucho admiraba de lejos al señor Magistral.