Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 1 de mayo de 2025
Pero si no fue desaire repetía el Provisor dejándose llevar, y con el rostro hermoseado por una especie de luz espiritual de alegría que lo inundaba. Sí, señor; y de todos modos, desaire o no, yo quiero dar una explicación a mi querida amiga.... ¡Al Espolón!
De uno de estos escondites salió, al pasar el Provisor, como una perdiz levantada por los perros, el señor don Custodio el beneficiado, pálido el rostro, menos las mejillas encendidas con un tinte cárdeno. Sudaba como una pared húmeda. El Magistral miró al beneficiado sin sonreír, pinchándole con aquellas agujas que tenía entre la blanda crasitud de los ojos.
Mire usted, señor Provisor dijo Vegallana ; la fiesta se ha dividido en dos partes: como Pepe es el factor, ha convidado a todos los curas de la comarca, catorce salvo error; yo les he propuesto venirse a comer aquí con nosotros, pero como algunos de ellos son cerriles, comprendí que preferían verse libres de damas y caballeretes de la ciudad y se les ha puesto su mesa en el palacio viejo, donde yo pienso acompañarlos.
La presencia del Provisor contuvo al señor Arcipreste, que, cortando la cita, añadió: ¿Parece que hemos tenido faldas por aquí, señor De Pas? Y sin esperar respuesta hizo picarescas alusiones corteses, pero un poco verdes, a la hermosura esplendorosa de la viudita.
El Marqués le dio un abrazo que envidió un cura pequeño, paniaguado de la casa. Ripamilán estrechó la mano de don Fermín con cariño efusivo; y juntos pasaron al gabinete. Los tres canónigos se levantaron; la señora que parecía un fraile sonrió satisfecha y murmuró: ¡Ah, señor Provisor!...
Celedonio que en alguna ocasión, aprovechando un descuido, había mirado por el anteojo del Provisor, sabía que era de poderosa atracción; desde los segundos corredores, mucho más altos que el campanario, había él visto perfectamente a la Regenta, una guapísima señora, pasearse, leyendo un libro, por su huerta que se llamaba el Parque de los Ozores; sí, señor, la había visto como si pudiera tocarla con la mano, y eso que su palacio estaba en la rinconada de la Plaza Nueva, bastante lejos de la torre, pues tenía en medio de la plazuela de la catedral, la calle de la Rúa y la de San Pelayo. ¿Qué más?
Este don Custodio era un enemigo doméstico, un beneficiado de la oposición. Creía, o por lo menos propalaba todas las injurias con que se quería derribar al Provisor, y le envidiaba por lo que pudiera haber de cierto en el fondo de tantas calumnias. De Pas le despreciaba; la envidia de aquel pobre clérigo le servía para ver, como en un espejo, los propios méritos.
En el patio estaba Petra, como un centinela, en el mismo sitio en que había recibido al Provisor. ¿Ha venido el señor? preguntó la Regenta. Sí, señora respondió en voz baja la doncella ; está en su despacho. ¿Quiere usted verle? dijo Ana volviéndose al Magistral. Don Fermín contestó: Con mucho gusto... ¡Disimulan, disimulan conmigo! , pensó Petra con rabia.
Cuando Petra iba a atravesar el umbral, ocupó la puerta por completo una mujer tan alta casi como el Magistral y que parecía más ancha de hombros; tenía la figura cortada a hachazos, vestía como una percha. Era doña Paula, la madre del Provisor. Tenía sesenta años, que parecían poco más de cincuenta.
Pocos podían jactarse de conocer la casa del Provisor de arriba abajo; casi nadie había visto más que el vestíbulo, la escalera, un pasillo, la antesala y el salón de cortinaje verde y sillería con funda de tela gris; y aun el salón medio se veía porque estaba poco menos que a obscuras.
Palabra del Dia
Otros Mirando